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Hace algún tiempo empecé a trabajar en el Instituto Coincidir con un matrimonio que atravesaba una crisis difícil.
"La historia de una familia está surcada por crisis de todo tipo, que también son parte de su dramática belleza…"
Tenían varios hijos a los que adoraban y se habían volcado en darles la mejor formación. Ellos, como buenos padres, se preocupaban y ocupaban en formarse para ser buenos padres, dado que no querían repetir su experiencia con sus familias de origen. Creían en su proyecto de familia y trabajaban por construirlo día a día.
Poco a poco la vida les fue dando algunos reveses en lo laboral, en lo económico, en la salud de algunos familiares y hubo varios fallecimientos en poco tiempo. Este cúmulo de circunstancias hizo que el marido empezara a refugiarse en la bebida.
"A éstas se suman las crisis personales que inciden en la pareja, relacionadas con dificultades económicas, laborales, afectivas, sociales, espirituales. Y se agregan circunstancias inesperadas que pueden alterar la vida familiar, y que exigen un camino de perdón y reconciliación. Al mismo tiempo que intenta dar el paso del perdón, cada uno tiene que preguntarse con serena humildad si no ha creado las condiciones para exponer al otro a cometer ciertos errores…"
Clima de tensión en la familia
Lo que empezó como algo ocasional, se acabó convirtiendo en el día a día. Generaba un clima de tensión y de agresividad en casa difícil de sostener, tanto que estaba empezando a afectar a los hijos, algunos pequeños (que en apariencia no se enteraban, porque la madre lo tapaba) pero que los mayores empezaban a percibir, preguntando e incluso enfrentándose al padre.
Espiral negativa
Ante tal situación, ella sacaba toda su frustración llena de ira y él, en lugar de cambiar o modificar su conducta, se refugiaba más en su adicción, con la espiral en negativo que esto generaba.
Así fueron pasando los meses, ella intentando hacerle comprender a él, de buenas, de malas o de peores maneras que la bebida no era la solución a los problemas, y él, aun aceptando a veces que se le iba la mano, era incapaz de dejar el alcohol. La comunicación se iba deteriorando cada vez más, tanto que después de alguna discusión que se generaba por este problema, podían estar días sin hablarse.
“La reacción inmediata es resistirse ante el desafío de una crisis, ponerse a la defensiva por sentir que escapa al propio control, porque muestra la insuficiencia de la propia manera de vivir, y eso incomoda. Entonces se usa el recurso de negar los problemas, esconderlos, relativizar su importancia, apostar sólo al paso del tiempo. Pero eso retarda la solución y lleva a consumir mucha energía en un ocultamiento inútil que complicará todavía más las cosas. Los vínculos se van deteriorando y se va consolidando un aislamiento que daña la intimidad. En una crisis no asumida, lo que más se perjudica es la comunicación….”.
El poder del perdón
Los dos se querían mucho, así que dado que él no reconocía la adicción, trabajamos con ella su frustración, su autoestima (se sentía culpable por no poder llegar al corazón de su marido para cambiar) y el aceptar la enfermedad / adicción de su esposo, perdonándolo.
Fue en ese momento, a través del cambio de mirada de ella hacia él, de entender que no era culpable del comportamiento de su marido y de que era él y sólo él quien debía trabajar en su adicción, cuando él entendió que su mujer no era la causa de sus problemas y de que la solución a ellos no era la huída hacia el alcohol. Necesitaba quererse más y confiar en sí mismo. Necesitaba perdonarse y pedir perdón a su esposa.
"Muchos terminan su niñez sin haber sentido jamás que son amados incondicionalmente, y eso lastima su capacidad de confiar y de entregarse. Una relación mal vivida con los propios padres y hermanos, que nunca ha sido sanada, reaparece y daña la vida conyugal. Entonces hay que hacer un proceso de liberación que jamás se enfrentó. Cuando la relación entre los cónyuges no funciona bien, antes de tomar decisiones importantes conviene asegurarse de que cada uno haya hecho ese camino de curación de la propia historia. Eso exige reconocer la necesidad de sanar, pedir con insistencia la gracia de perdonar y de perdonarse, aceptar ayuda, buscar motivaciones positivas y volver a intentarlo una y otra vez. Cada uno tiene que ser muy sincero consigo mismo para reconocer que su modo de vivir el amor tiene estas inmadureces. Por más que parezca evidente que toda la culpa es del otro, nunca es posible superar una crisis esperando que sólo cambie el otro. También hay que preguntarse por las cosas que uno mismo podría madurar o sanar para favorecer la superación del conflicto."
Fue así, aprendiendo a entenderse, perdonándose, cuando este matrimonio volvió a mirarse y reencontrarse, a pesar de sus luchas, caídas y remontadas.
Todavía queda trabajo por delante, pero ella sabe que esa mirada llena de cariño es la que está permitiendo que él ponga los medios para su recuperación.
Los dos quieren ser felices y es en esa confianza de su unión y en la forma en la que están aprendiendo a comunicar sus necesidades, en lo que se apoyan para superar este momento. Continuará….
Os cuento esta historia que todavía no se ha cerrado, porque creo que merece la pena saber que existe esperanza. Si estás en una situación parecida, no te aísles, pide ayuda. Esta adicción es una enfermedad silenciosa que hace mucho daño a las familias. Cuídate tú para poder cuidar bien a los tuyos, aunque a veces ese cuidado suponga una línea muy roja.
Detrás de una adicción suele haber una herida no sanada, que en un momento determinado se abre y tarda mucho en cerrarse. Pide ayuda.
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