Los misioneros, las agencias de ayuda internacional, las iglesias y los pocos hombres y mujeres que quedan en Haití con la capacidad de ayudar a sus coterráneos, ya han llegado al límite. El grito desgarrado de un pueblo que sufre todas las carencias tiene que ser escuchado por el mundo.
La crisis política, desatada desde mucho antes del asesinato del primer ministro Jovenel Moïse (el 7 de julio de 2021) ha hecho que el Estado no tenga la menor capacidad de frenar la escalada de violencia que atenaza al país más pobre de América.
El derrumbe del Estado, bajo el interinato titubeante de Ariel Henry, es inminente. De hecho, las bandas de delincuentes que se habían apoderado de las calles de Puerto Príncipe y de otras ciudades importantes del país antillano, ahora se han hecho con una importante terminal de combustible.
Con ello, han puesto de rodillas al Estado, que ya no tendrá posibilidad de aprovisionarse de combustible en sus vehículos policiacos ni en los del ejército. Con la industria paralizada, la gente atemorizada y un nuevo brote de cólera, Haití lanza una señal de auxilio por todos los medios a su alcance.
¿Qué hacer ante el caos?
En el Consejo de Seguridad de la ONU, México y Estados Unidos han hecho una propuesta para garantizar que llegue la ayuda humanitaria al pueblo haitiano; postrado por la enfermedad, la pobreza, la violencia, el hambre y los desastres naturales (ciclones, terremotos) que la han azotado desde 2010.
El apoyo consistiría en el envío de fuerzas militares de interposición que garanticen el flujo de alimentos, agua potable, medicinas e insumos de higiene a la población. Haití es uno de los países que mayor cantidad de ayuda humanitaria recibe; sin embargo, los delincuentes se apropian de ella.
La politización y el control mundial se ceban sobre esta propuesta. Naciones Unidas se encuentra dividida sobre el envío de la fuerza militar multinacional que proponen México y Estados Unidos. En el Consejo de Seguridad Rusia y China expresaron su recelo ante esta medida.
El ministro de asuntos exteriores de Haití, Jean Victor Geneus, ante el Consejo de Seguridad de la ONU, ha pedido esta intervención de manera urgente al señalar ante esta instancia "la llamada de socorro de todo el pueblo, que está sufriendo".
Más adelante, Geneus le dijo al Consejo de Seguridad "alto y claro que el pueblo de Haití no está viviendo. Está sobreviviendo". Y terminó su mensaje: "Me dirijo a ustedes en nombre de cuatro millones de niños que no han podido ir a la escuela a causa de la violencia de las bandas".
La voz de los obispos debe escucharse
El pasado 29 de julio, una semana después de los disturbios que llegaron, incluso, a incendiar la catedral provisional de Puerto Príncipe; la Conferencia de Obispos de Haití emitió un doloroso comunicado en el que queda claro que su voz no se ha escuchado, y que se debe escuchar:
Por ello, con un grito muy fuerte –que debería resonar en los pasillos de la ONU y de muchos gobiernos empeñados en el cálculo geopolítico—los obispos haitianos, dirigiéndose a su pueblo, exclamaron: