Estamos en época de bodas (en el hemisferio Norte): sol, buen tiempo y ganas de divertirse con familia y amigos hace que tengamos buenos mimbres para ir preparando el día más importante en la vida de unos novios. Estos preparativos además de ilusión, pueden acarrear tensión en las parejas y no son pocas las ocasiones en las que una crisis matrimonial tiene su origen en los preparativos de la boda, a veces, cuando las familias de origen entran en acción y los novios jóvenes e inexpertos se dejan aconsejar por los criterios bienintencionados de sus padres.
Hasta aquí todo normal.
Lo que ocurre es que en ocasiones, esas primeras intromisiones reflejan no sólo un desconocimiento de lo que implica ese momento, sino una falta de libertad de unos o un exceso de celo o intromisión en otros.
Ya hemos dicho en otras ocasiones que el casado casa quiere y que este paso tan importante en la vida de dos personas se materializa en el compromiso por excelencia que es el Sacramento del matrimonio.
Por eso el papa Francisco, consciente de esta realidad ha publicado un documento, un catecumenado para la vida del matrimonio hablando de esa preparación y acompañamiento a los novios y al matrimonio.
3. “...El número cada vez menor de personas que se casan en general, pero también y sobre todo la corta duración de los matrimonios, incluso sacramentales, así como el problema de la validez de los matrimonios celebrados, constituyen un desafío urgente, que pone en juego la realización y la felicidad de tantos fieles laicos en el mundo. En la raíz de muchas de las dificultades que experimentan las familias se encuentra una evidente fragilidad del matrimonio, causada a su vez por una serie de factores como: la mentalidad hedonista que desvirtúa la belleza y la profundidad de la sexualidad humana, la autorreferencialidad que dificulta la toma de los compromisos de la vida conyugal, una limitada comprensión del don del sacramento del matrimonio, del significado del amor esponsal y de su carácter de auténtica vocación, es decir, de respuesta a la llamada de Dios al hombre y a la mujer que deciden casarse, etc.”.
Por este motivo una buena preparación es clave a la hora de dar el paso:
“A medida que se acerca la boda, será bueno que las parejas tomen conciencia de que no son espectadores, sino, en nombre de Cristo, ministros de la celebración de su matrimonio”.
Es importante enfatizar en este punto, ya que una celebración no sólo es la preparación material, sino que implica mucho más, un saber a qué estamos llamados, por qué queremos dar ese paso y a qué nos comprometemos, mucho más allá de todos esos preparativos maravillosos, llenos de cuidado y cariño que suponen la organización de una boda.
La ansiedad por los preparativos
No permitamos que algo tan bonito y tan entrañable como es una boda, el inicio de nuestra vida en común llamada a dar fruto, pueda convertirse en una semilla que germine y provoque un gran distanciamiento entre los esposos con el paso de los años.
En el Instituto Coincidir somos testigos de cómo esa gestión, conlleva conflictos que son de difícil manejo para los cónyuges y que pueden desembocar en una verdadera batalla de intereses y de sentimientos encontrados, con el consiguiente sufrimiento para la familia, desenfocando la mirada y las fuerzas en lo verdaderamente importante: el Sacramento y lo que este implica.
“De hecho, es precisamente el ajetreo de las muchas tareas prácticas relacionadas con la próxima celebración lo que puede distraer a los novios de lo que más importa: la celebración del sacramento y el encuentro con el Señor que viene a “habitar” su amor humano llenándolo de su amor divino. La ansiedad excesiva por las “cosas que hay que hacer” puede causar distracción y eclipsar toda la preparación espiritual que se ha llevado a cabo durante meses”.
Por este motivo y dado que estamos en época de bodas, invitaría a los novios que se van a casar y a aquellas personas que están invitadas a una boda o que han participado este año a alguna recientemente a que leyeran la Carta de San Pablo a los Corintios, el Himno de la caridad, una de las lecturas más solicitadas en las bodas. También les animaría a que en este tiempo de verano aprovecharan para leer lo que dice el Papa Francisco en su capítulo IV (artículos 90 y ss.) de Amoris Laetitia, relacionado con el amor en el matrimonio, en el que se enmarca y analiza de manera muy práctica cuáles son los elementos del amor verdadero en el matrimonio.
Los preparativos son importantes por supuesto, pero la preparación del corazón y de la cabeza a la hora de dar el paso de casarse es más importante que lo meramente material y/o social.
No nos dejemos deslumbrar por el brillo de la fiesta, ni nos fijemos sólo en la mancha del otro, en sus defectos o en eso que no nos gusta. Sepamos mirar más allá, descubriendo por qué damos ese paso, qué significado tiene y para qué queremos comprometernos de manera libre. Si no hay conocimiento sobre la gran aventura que es el matrimonio, si no conocemos la verdadera naturaleza del mismo, no podremos elegir con libertad eso que es bueno para mí.
El Papa Francisco lo sabe, por eso hace especial hincapié en el nuevo documento, Itinerari Catecumenali per la vita matrimoniale a cura del Dicastero per i Laici, la Famiglia e la Vita, del 15.06.2022.
Si los padres se preocupan y ocupan de sus hijos, cuánto más la Iglesia:
“La preocupación que la Iglesia-madre siente por estos hijos suyos, necesitados de ayuda y orientación, debe llevarla a invertir nuevas energías en favor de las parejas «para que su experiencia de amor pueda convertirse en un sacramento, un signo eficaz de la salvación”..
Nos jugamos mucho, nuestra felicidad.
Es fundamental conocer la verdad y cuidar especialmente la preparación de los novios, el acompañamiento a los matrimonios, a sus familias nucleares y extensas llamadas a seguir creciendo a través sus frutos.