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La sinfonía más hermosa jamás compuesta sobre la maternidad

COREGGIO
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Angeles Conde Mir - publicado el 14/12/21
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El compositor polaco Henryk Górecki tradujo a música el grito de dolor de la Virgen María tras perder a su Hijo

Cualquier cosa que se escriba sobre esta sinfonía no hará ni una pizca de justicia a lo increíblemente maravillosa que esta pieza. ¡Cuidado antes de continuar! Podrían estar escuchándola en bucle horas, días, semanas… 

En cualquier caso, no se priven de este deleite para los sentidos que es la “Sinfonía de las canciones dolientes” del compositor polaco Henryk Górecki. No pierdan un segundo más sin escucharla.

Si la composición ya es preciosa de por sí, su contenido, su por qué, es asombroso. Y también, por desgracia, muy actual. Probablemente, esta pieza llegue a provocarles todo tipo de emociones: tristeza, esperanza, plenitud, serenidad, desasosiego, pérdida, ternura, nostalgia… Y seguro que muchas más y otras intermedias, mezcla de unas y otras. Porque, ¿qué sentimientos no son capaces de provocar los lamentos de una madre?

Dos madres lloran por la pérdida de sus hijos

La sinfonía tiene 3 movimientos en los que 2 madres lloran por la pérdida de sus hijos inocentes. El restante es el llanto de una hija por el dolor de su madre.

El primer movimiento es el más largo de la composición y se basa en un canto escrito en la segunda mitad del siglo XV, recogido en la colección de canciones de Łysa Góra, que se encuentra en el Monasterio de la Santa Cruz. Es un lamento de la Virgen María en el momento de la crucifixión de Jesús. El canto medieval dice así:

El segundo movimiento nos remite a las tragedias del siglo XX, a la II Guerra Mundial que azotó de forma despiadada a la nación polaca. El compositor se inspiró para este tramo de la sinfonía en una historia que le habían contado sobre una jovencísima mujer detenida en una cárcel de la Gestapo, la temible policía secreta nazi.

Era Helena Wanda Blazusiakówna, de solo 18 años, encarcelada el 25 de septiembre de 1944 en la prisión de Zakopane. Semanas después fue liberada, pero en tan malas condiciones de salud que pasó el resto de la guerra escondida en un hospital para recuperarse.

Górecki oyó hablar de ella y de la inscripción que había hecho en la pared de la celda número 3 del centro. La joven había escrito una oración a la Virgen María y una petición de perdón a su propia madre por el sufrimiento que estaba atravesando al perder a su hija.

La última frase es el comienzo del Avemaría que se repite dos veces en el movimiento. El compositor quedó profundamente impactado por esta historia pues, a diferencia de las de otros presos, las palabras de Helena no reflejaban amargura o deseos de venganza. Se elevaban por encima de todo eso. Se referían a la madre, la de la Tierra y la de los Cielos. 

El primer movimiento es el lamento de una madre por su hijo y el segundo movimiento el lamento de una hija por su madre. Górecki completa su obra con un tercer movimiento, con otro grito, el de una madre que busca a un hijo que no encuentra.

El músico se inspiró en una canción folclórica de la región de Opole sobre una mujer que busca a su hijo, soldado desaparecido durante el enésimo conflicto en Silesia en 1919. Se titula “A dónde se ha ido mi querido hijo”:

Górecki compuso esta obra en 1976. El compositor polaco tuvo una especial relación con Juan Pablo II. En 1977 el cardenal de Cracovia, Karol Wojtyla, le pidió que preparase la música para la conmemoración del 900 aniversario de San Estanislao. Un año después, Wojtyla se convirtió en Juan Pablo II.

En Polonia se comenzó a soñar con una visita del Papa, su Papa, a aquellas tierras que llevaban demasiados años sufriendo.

El gobierno no quería permitirlo. Górecki, que entonces era profesor de la Akademia Muzyczna de Katowice, habría dimitido de su cargo en señal de protesta. En 1979 la visita se produjo y ambos se encontraron. Fue un momento de tensión y de alegría. Todavía había miedo al régimen y se creía que habría represalias para todos aquellos que secundaran la visita del pontífice. Nadie quería interpretar la música compuesta para honrar a San Estanislao. Lo hizo el mismo Górecki convirtiéndose en el primer compositor polaco que componía para el primer Papa polaco. 

Górecki deseaba que su “Sinfonía de las lamentaciones”, como también se conoce a la obra, fuera una composición universal sobre el dolor que provocan las guerras en los inocentes y sobre los efectos de la violencia en las madres y en los hijos.

El músico, católico, había perdido a varios miembros de su familia durante el Holocausto. Su abuelo estuvo en Dachau y una de sus tías en Auschwitz. Por ello, Górecki intentó en varias ocasiones componer una obra sobre el exterminio nazi, pero nunca pudo llevarla a término.

Hay quien ha intentado identificar la “Sinfonía de las canciones dolientes” como una respuesta a aquel horror de la II Guerra Mundial, pero Górecki siempre quiso que tuviera un carácter universal y atravesara todos los conflictos bélicos y violencias.

La obra tuvo una acogida discreta cuando fue grabada. Años después, en parte gracias a la progresiva desintegración de la URSS, la sinfonía comenzó a difundirse internacionalmente hasta que, a principios de los años 90, la grabación de la soprano Dawn Upshaw y el director David Zinman alcanzó un enorme éxito internacional.

El primer extrañado por ello fue el propio compositor que, entonces, justificó así el repentino interés por su sinfonía. “Quizás la gente encuentra algo que necesitan en esta pieza de música. De algún modo acerté con las notas correctas, hice algo que echaban de menos. Algo en algún lugar se le había perdido. Sentí instintivamente que sabía lo que ellos querían”.

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