Al contrario de lo que parece, el Evangelio sobre la viuda que echa dos monedas no trata del dinero.
Es un Evangelio sobre la confianza en el Señor Dios en situaciones difíciles, es decir, en las llamadas situaciones límite.
Se acercó una viuda pobre y echó dos moneditas de muy poco valor.
La situación de las viudas en la antigüedad era extremadamente difícil. Cuando su marido moría, la viuda perdía su fuente de sustento. No heredaba nada.
Su destino dependía de la misericordia, o de la falta de bondad, de sus hijos y familiares.
En la práctica, muchas viudas vivían en la pobreza o incluso en la extrema pobreza. Y cuando aparecían problemas de salud, la situación de la viuda era dramática.
Acudir a Dios y dárselo todo
Una viuda pobre acudía al templo para encontrarse con Dios, para confiar su suerte a Él y no a las personas.
Le dio a Dios todo lo que tenía: las dos monedas más pequeñas que existían en ese momento.
No guardó ni una moneda para sí misma, lo que significa, de hecho, que no tenía nada para su próxima comida.
Llamando entonces a sus discípulos, Jesús les dijo:
Con menos que nadie dio más que todos
En el templo había trece tesoros en forma de trompetas, donde la gente echaba monedas.
Cuanto más pesada era la moneda, más fuerte se oía, y así quedaba más o menos claro el valor de la ofrenda que cada uno hacía.
Lo que echaba la viuda pobre era aproximadamente 0,01 denar, y un denar era el salario de un día de trabajo.
Ella echó todo lo que tenía para mantenerse. En el original griego, el texto dice literalmente: "holon ton bion" - "toda su vida".
La generosidad divina no tiene límites
Jesús elogió a esta mujer porque, como dijo: "todos echaban de lo que les sobraba", de su "excedente", y ella lo echó todo.
La generosidad sin límites de esta pobre viuda nos recuerda la generosidad sin límites del Señor Dios, que nos dio hasta su único Hijo.
El Siervo de Dios P. Dolindo Ruotolo solía decir en las situaciones difíciles: "Jesús, tú te encargas". Confiaba las cosas al Señor Dios y le pedía ayuda.
Pensemos por un momento si cada uno de nosotros, en situaciones difíciles, se dirige a Dios y le pide ayuda, o si confía sólo en sus propias fuerzas.