Entre los siete sacramentos de la Iglesia católica hay uno destinado de manera especial a quien vive una grave enfermedad o está por morir: la Unción de los enfermos. Jesús realizó muchas curaciones milagrosas en su vida terrenal.
Las curaciones del cuerpo eran signo de una curación más radical: la victoria sobre el pecado y la muerte a través de su cruz y resurrección. Desde entonces, el sufrimiento y la enfermedad asumieron un nuevo significado, se volvieron instrumento de unión con Él y de colaboración con su obra de redención.
"Curen a los enfermos, resuciten a los muertos, purifiquen a los leprosos, expulsen a los demonios". (Mt. 10, 7-8)
¿Quién puede administrar el sacramento de la unción?
Solo un sacerdote puede administrar este sacramento: impone las manos al enfermo en peligro, reza sobre él y lo unge en la frente y en las manos con el óleo sagrado. El sacramento se puede repetir si la enfermedad empeora. Si un enfermo sana, puede recibir nuevamente este sacramento en caso de otra enfermedad grave.
Condiciones para recibirlo
La condición esencial para recibir este sacramento es estar en peligro de muerte. Aunque también la Iglesia aconseja recibir este sacramento cuando la persona todavía está en su sano juicio y con esperanzas de vida para poder participar de una manera más consciente de sus beneficios.
En el sacramento, el Espíritu da consuelo, paz y valentía para enfrentar el último tramo de la vida, renueva nuestra fe y nos fortalece contra las tentaciones del maligno, como el desánimo y la angustia frente a la muerte.