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El capítulo 30 del libro del Éxodo describe con minuciosidad los ingredientes necesarios para hacer el aceite aromático para la santa unción, con la será consagrado el sumo sacerdote, además de los inciensos que arden frente al Altar Santo.
Estos perfumes, bajo sus formas, aceites o inciensos, están reservados para el único servicio de Dios, porque pertenecen a él.
El aceite de la unción es particularmente importante, ya que cuando decimos unción decimos "Ungido", que en hebreo significa "Mesías".
El aceite santo está compuesto por tres ingredientes, como explica Anne Lecu en su libro “Mi hai unto con un profumo di gioia” (edizioni San Paolo).
La mirra, olorosa y amarga, es el primer perfume del que se habla. Nos lleva del Génesis a la Pasión. Además de en la vida de Cristo, se encuentra en el Salmo 44, que proclama que la ropa del Mesías victorioso debe estar perfumada con mirra.
Luego se encuentra extensamente en el Cantar de los Cantares, como perfume de la Amada. Y es por excelencia el perfume del Mesías, un aroma sin mezcla, muy puro.
El cinamomo oloroso proviene de la cáscara de canela verde. Se encuentra también en el Cantar de los Cantares.
El perfume de la caña aromática proviene de su rizoma, un tallo subterráneo. También se menciona en el Cantar (Ct 4, 14) que recoge todos los aromas del aceite consagrado.
Finalmente, la casia, también es una especie, se trata de una cáscara pulverizada como la canela. El arbusto del que se toma es magnífico. Una de las hijas de Job se llama precisamente Casia (Jb 42,14). El perfume es también el final de la desgracia.
Paul Fauré subraya que "los cuatro componentes de este ungüento sagrado parecen provenir de los cuatro punto cardenales". El universo está completamente presente en la realización del aceite con que se crean los mesías. El olor dominante en el perfume del aceite sagrado será precisamente el último, la casia.