Él ya te ha demostrado con hechos y palabras su amor infinito, ahora es el momento de tu respuestaCuando llegamos a una ciudad que no conocemos, buscamos indicaciones, señales, información para entender cómo orientarnos. Sin estos elementos corremos el riesgo de dar vueltas en círculos perdiéndonos los lugares más significativos.
Esta imagen puede ayudarnos a comprender mejor lo que sucede en la relación con el otro: el otro es, en principio, como una ciudad inexplorada del cual necesitamos indicaciones para entender cómo movernos.
Si lo que buscamos es una auténtica relación con Dios, y no sabemos por dónde empezar, entonces necesitamos signos, indicaciones, que nos ayuden a comprender cómo vivir plenamente esta amistad.
Palabras para construir
Las palabras son el signo de una relación: te hablo porque reconozco que estás frente a mí. Al contrario, la indiferencia y el silencio matan la relación. Dentro de una pareja, la peor situación no es cuando discuten, sino cuando ya no se hablan.
Dios es un Otro que de manera viva establece una relación con nosotros. No es producto de mi imaginación. Por eso nos habla y nos aconseja cómo vivir mejor y cómo cuidar nuestra relación con Él para que no se desgaste o se debilite, pues nuestra relación (como toda relación) necesita cuidados.
El lugar donde podemos custodiar esta relación es en el corazón del hermano. Precisamente porque Dios no es una fantasía se deja encontrar en las relaciones que construimos entre nosotros.
No solo palabras
Sabemos bien que las palabras no son suficientes en una relación, hay que hacer gestos concretos. Así también Dios obra continuamente en la historia de Israel: lo libera de la esclavitud, lo libera del hambre, lo libera de las serpientes venenosas, pero, sobre todo, lo salva en la cruz.
Si en las palabras encontramos el deseo de Dios de construir una relación con nosotros, en la cruz vemos el gesto incomprensible de su amor.
La cruz sobrepasa todas las palabras: es el amor que no se puede explicar. Para comprenderla tienes que dejarte amar con locura por Él. La cruz cumple y supera todas las palabras.
La relación no es un mercado
En esta relación entre Dios e Israel, el Templo se convirtió en el lugar para escuchar sus palabras. El Templo, imagen de esta relación, en la época de Jesús, se había convertido en un mercado.
Es como si en una relación con una persona a la que decimos amar, empezamos a regatear, es decir, tratamos de engañar, de explotar, de sacar ventaja.
Esto es lo que Israel ha hecho con Dios: ha transformado el Templo en un mercado. Y es, en última instancia, lo que hacemos en las relaciones entre nosotros. De hecho, cuando nos damos cuenta, hacemos bien en enojarnos y cambiar para tratar de reconstruir la relación.
Reconstruir el templo significa para Jesús reconstruir la relación desgastada entre Dios y la humanidad. La reconstrucción es siempre un trabajo exigente que requiere de nosotros salir de las relaciones cómodas y usadas en las que es fácil hacer negocios.
Dios no quiere este comercio y cada vez encuentra una forma de derrocar nuestras certezas para obligarnos a crecer y a caminar hacia nuestra felicidad, esa que solo podemos encontrar en una relación verdadera y profunda con Él.
10 indicaciones para reconstruir la relación
Notemos en los consejos de Jesús y en su cruz, un gesto extraordinario por reconstruir cada día nuestra amistad. Como lo dijo bellamente Martín Descalzo en su libro Razones para la esperanza:
1. Amar
Lo amarás sin retóricas, como a tu padre, como a tu amigo. No tengas nunca una fe que no se traduzca en amor. Recuerda siempre que tu Dios no es una entelequia, un abstracto, la conclusión de un silogismo, sino Alguien que te ama y a quien tienes que amar. Un Dios a quien no se puede amar no merece existir. Lo amarás como tú sabes: pobremente. Y te sentirás feliz de tener un solo corazón y de amar con el mismo a Dios, a tus hermanos, a Mozart y a tu gata. Y, al mismo tiempo que amas a Dios, huye de todos esos ídolos de nuestro mundo, esos ídolos que nunca te amarán, pero podrán dominarte: el poder, el confort, el dinero, el sentimentalismo, la violencia.
2. No usar en vano las grandes palabras
Dios, Patria, Amor. Tocarás esas grandes realidades de año en año y con respeto, como la campana gorda de una catedral. No la uses jamás contra nadie, jamás para sacar jugo de ellas, jamás para tu propia conveniencia. Piensa que utilizarlas como escudo para defenderte o como jabalina para atacar es una de las formas más crueles de la blasfemia.
3. Descansar
Piensa siempre que el domingo está muy bien inventado, que tú no eres un animal de carga creado para sudar y morir. Impón a ese maldito exceso de trabajo que te acosa y te asedia algunas pausas de silencio para encontrarte con la soledad, con la música, con la naturaleza, con tu propia alma, con Dios, en definitiva. Ya sabes que en tu alma hay flores que solo crecen con el trabajo. Pero sabes también que hay otras que solo viven en el ocio fecundo.
4. Acoger a tus padres y lo que te enseñaron
Recuerda siempre que lo mejor de ti lo heredaste de tu padre y de tu madre. Y, puesto que no tienes ya la dicha de poder demostrarles tu amor en este mundo, déjales que sigan engendrándote a través del recuerdo. Tú sabes muy bien, que todos tus esfuerzos personales jamás serán capaces de construir el amor y la ternura que te regaló tu madre y la honradez y el amor al trabajo que te enseñó tu padre.
5. Ayudar y asegurarte de no eliminar a nadie
No olvides que naciste carnívoro y agresivo y que, por tanto, te es más fácil matar que amar. Vive despierto para no hacer daño a nadie, ni a las personas, ni animal, ni a cosa alguna. Sabes que se puede matar hasta con negar una sonrisa y que tendrás que dedicarte apasionadamente a ayudar a los demás para estar seguro de no haber matado a nadie.
6.Transmitir alegría más allá del placer
No aceptes nunca esa idea de que la vida es una película del Oeste en la que el alma sería el bueno y el cuerpo el malo. Tu cuerpo es tan limpio como tu alma y necesita tanta limpieza como ella. No temas, pues, a la amistad, ni tampoco al amor: ríndeles culto precisamente porque les valoras. Pero no caigas nunca en esa gran trampa de creer que el amor es recolectar placer para ti mismo, cuando es transmitir alegría a los demás.
7.Defender lo que es de cada uno
No robarás a nadie su derecho a ser libre. Tampoco permitirás que nadie te robe a ti la libertad y la alegría. Recuerda que te dieron el alma para repartirla y que roba todo aquel que no la reparte, lo mismo que se estancan y se pudren los ríos que no corren.
8.Respetar la verdad
Recuerda que, de todas tus armas, la más peligrosa es la lengua. Rinde culto a la verdad, pero no olvides dos cosas: que jamás acabarás de encontrarla completa y que en ningún caso debes imponerla a los demás.
9. Desechar deseos estúpidos
No desearás la mujer de tu prójimo, ni su casa, ni su coche, ni su vídeo, ni su sueldo. No dejes nunca que tu corazón se convierta en un cementerio de chatarra, en un cementerio de deseos estúpidos.
10.Liberarse de las posesiones
No codiciarás los bienes ajenos ni tampoco los propios. Solo de una cosa puedes ser avaro: de tu tiempo, de llenar de vida los años poco o muchos que te fueran concedidos. Recuerda que solo quienes no desean nada lo poseen todo. Y sábete que, ocurra lo que ocurra, nunca te faltarán los bienes fundamentales: al amor de tu Padre, que está en los cielos, y la fraternidad de tus hermanos, que están en la tierra”.
Aquí una galería para verlo en imágenes: