Una buena película para reflexionar sobre el sentido de la vida, aunque su visión del “más allá” resulta bastante pobre
Soul, (alma) es el último trabajo del veterano Pete Docter y el debutante Kemp Powers para la factoría Pixar,que se sitúa a la vanguardia del género de animación, y se eleva como uno de los mejores títulos que nos ha dejado el año 2020.
En aproximadamente 45 minutos, Docter y Powers plantean con precisión un exquisito juego reflexivo existencialista que combina con acierto tres ingredientes: el jazz, el buen cine y la ciudad de Nueva York presentada con un un cariño que trasciende a la pantalla.
El protagonista de Soul es un profesor frustrado de música de instituto, Joe Gardner, que toda su vida ha esperado conseguir un gran oportunidad para triunfar como músico, pero el mismo día que consigue tener la oportunidad de tocar jazz en directo, le sucede algo que cambia su vida. Su entusiasmo le lleva a tener un accidente y a aparecer en una “vida después de la muerte”, donde su alma tiene que hacer de tutor de Soul 22, una cargante alma nonata que no encuentra la “chispa” que dará sentido a su futura vida.
Pero un accidente llevará a Joe a reconsiderar todo lo que ha sido su existencia hasta ese momento. A partir de ahí se consigue algo milagroso equilibrando diferentes ingredientes con un fuerte componente cómico que ayuda hacer mucho más disfrutable la obra en su conjunto.
El sentido de la vida
El guion es un concierto de jazz dentro de una historia que toca las teclas de la vida, del más allá y del más acá. Más que temor por la muerte, lo que se quiere inculcar es rabia por dejar de vivir. Hay belleza, originalidad y elegancia para conectar emociones, deseos y sueños. Hay comicidad con trasfondo intelectual. Es difícil ser más ambicioso dentro de una película apta para todas las edades.
Joe, el profesor afroamericano, es agradable y amable, pero también es un completo solitario de unos cuarenta años que está peligrosamente obsesionado con su carrera y no puede creer que alguien sea feliz sin tener el trabajo de sus sueños. En el film, las personas reciben ‘personalidades completas’ antes del nacimiento que son el resultado de características asignadas al azar que no tienen nada que ver con el ADN.
En un principio Joe pensó que odiaba el jazz hasta que su padre lo llevó a un show en vivo que lo cautivó. ¿Alguna vez te has preguntado de dónde provienen tu pasión, tus sueños y tus intereses? ¿Qué es lo que te hace ser tú?…
Aquí está el principal mérito de la película, preguntarse por el sentido de la vida, sus reflexiones sobre la vida y la muerte, la construcción de la personalidad y los elementos que forman el alma humana.
El filme puede ser un buen instrumento para el debate. Soul plantea, además, que perseguir nuestros sueños de forma delirante e impulsiva tampoco es estar realmente vivo, y reflexiona sobre la importancia de cumplir las metas que nos proponemos sin obsesionarnos con los resultados inmediatos. A veces sacrificar algunas pretensiones excesivas, como el deseo de fama, de éxito, de ser alguien importante, nos puede ayudar a crecer y madurar.
¿Y ahora qué?
De lo contrario, cuando conseguimos nuestros objetivos, nos sentimos tan vacíos como su protagonista, Joe Gardner, el profesor de piano que quiere convertirse en una estrella del jazz. La obsesión por el éxito ha obnubilado tanto el juicio del protagonista que ha acabado por encerrarse en sí mismo.
Así Gardner no sabe nada de su mejor amigo, su peluquero, porque no hace más que hablar de música. No es capaz de comunicarse con sus seres queridos porque siente que le rechazan, cuando es él quien no sabe expresar sus emociones. Tiene que quedar en coma tras un accidente y viajar a otra dimensión, aquella en la que se forman las personalidades de las almas humanas, para encontrarse con Soul 22, un ser primigenio que tiene miedo de vivir y que, curiosamente, le da una lección vital que le hace percatarse de lo engañado que estaba.
Joe Gardner vive en su cabeza, en sus sueños, metas y objetivos no realizados, y cuando los cumple no disfruta porque ya ha cumplido todo lo que tenía que cumplir. ¿Y ahora qué? Soul nos enfrenta a esa pregunta y nos muestra que el foco no debe estar en la meta, sino en el camino. En el aquí y el ahora.
Un punto interesante radica en la reflexión sobre la amistad como un medio de interpelación mutua respecto a lo que significa vivir, su sentido y verdadero propósito. Esto se desarrolla en el vínculo, primero forzado, y luego más emotivo, entre Joe y Soul 22, alma que se resiste a ir a la vida terrena, y que descubre la maravilla de la existencia en el mundo gracias a su accidental encarnación en el cuerpo de Joe.
Un pobre “más allá”
El principal reparo que se puede hacer al filme no tiene que ver con su aspecto visual, sino con el diseño de ese más allá que, como una gran industria, tramita la iniciación terrenal de las almas, donde hay varias dependencias de coaching, toda una logística competitiva y especializada, y una burocracia empresarial.
En Soul descubrimos el sentido de la vida. Eso puede ser valioso para una audiencia joven. En última instancia, el mensaje de la película es que una vida no necesariamente se vuelve digna de ser vivida a través de grandes hechos, sino a través de pequeños momentos y relaciones interpersonales. Eso es algo que Joe olvidó en su búsqueda del sueño.
Lo más impresionante es la claridad con la que Soul formula las preguntas que Joe se hace a sí mismo en su desgracia. Y esto vale más que cualquier respuesta que pueda dar la película.
Un momento crucial del filme es cuando el protagonista se siente extrañamente vacío justo después de dar el concierto de su vida en el cuarteto de Dorothea Williams. Venía a ser un “sí, lo he conseguido, pero… y ahora qué?”. La saxofonista, entonces, le explica una fábula: “Hubo una vez que un pez le preguntó a uno más viejo dónde podía encontrar el océano. Este le respondió: ‘¿El océano? Estás en él ahora mismo’. A lo que el primero le contestó: ‘Esto es agua, lo que yo quiero es el océano’”.
Buscar el Océano
La fábula en cuestión no es una idea original de la película. De hecho, evoca a un pasaje de la obra de David Foster Wallace, Esto es agua, un discurso que el novelista norteamericano pronunció en el acto de graduación de los universitarios del Kenyon College en el 2005: “Están dos peces nadando uno junto al otro cuando se topan con un pez más viejo nadando en sentido contrario, quien los saluda y dice ‘buen día, muchachos, ¿cómo está el agua?’. Los dos peces siguen nadando hasta que pasado un tiempo uno se vuelve hacia el otro y pregunta ‘¿qué demonios es el agua?’”.
Foster Wallace no aparece acreditado ni mencionado en Soul’ aunque, en verdad, tampoco parece claro que la imagen del pez, el agua y el océano sea una creación propia, pues algo parecido puede rastrearse ya en un relato del libro El canto del pájaro, escrito en 1982 por Anthony de Mello:
«Usted perdone», le dijo un pez a otro, «es usted más viejo y con más experiencia que yo y probablemente podrá usted ayudarme. Dígame: ¿dónde puedo encontrar eso que llaman Océano? He estado buscándolo por todas partes, sin resultado». «El Océano», respondió el viejo pez, «es donde estás ahora mismo». «¿Esto? Pero si esto no es más que agua… Lo que yo busco es el Océano», replicó el joven pez, totalmente decepcionado, mientras se marchaba nadando a buscar en otra parte.
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