¿Cuál es la diferencia entre ir a la iglesia y seguir la misa por internet o televisión?
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Reconocer el valor de la misa requiere fe, formación y estudio. Comúnmente se dice que nadie ama lo que no conoce… ¿Qué es la misa? La misa es, básicamente, tres cosas:
1. Es la actualización incruenta del sacrificio de Jesús en la cruz.
2. Es extender, al hoy de nuestra historia personal, los beneficios de la redención.
3. Es la presencia sacramental de Jesús, el Cristo, como pan de vida recibiéndolo a Él en su cuerpo, alma y divinidad. Y Él quiere ser recibido de manera tangible, concreta, real. “Tomad y comed todos de él, porque esto es mi cuerpo….” (Mt 26, 26).
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Jesucristo no ofreció su sacrificio y muerte en cruz por una humanidad en términos genéricos, sino por cada ser humano en particular, concretamente por ti y por mí (Gal 2, 20).
Por eso Él espera que tú estés allí presente, en la eucaristía o misa celebrada, por ejemplo, en la iglesia o templo parroquial, de manera física, personal, activa, consciente, con fe, con gratitud, con los mismos sentimientos de quienes estuvieron presentes al pie de la cruz, comenzando por su Madre, que estés presente con tu cuerpo, alma y humanidad.
Estando en misa física o personalmente también te alimentas espiritualmente, comes el pan bajado del cielo (nadie come a distancia o virtualmente), y haces ver la realidad que somos: el pueblo de Dios que camina en unidad.
La Misa es el “sacramento de unidad” (Instrucción General del Misal Romano 91-92). Hay un aspecto fundamental de la vida de la fe cristiana: su dimensión comunitaria.
Dios cuando se revela, lo hace a través de un pueblo (el pueblo de Israel), de una comunidad. Y Cristo hace lo mismo: cuando nos redime funda una Iglesia, una gran comunidad; Dios actúa así porque conoce nuestra naturaleza.
La dimensión comunitaria de la fe es más que importante, es vital. Es vital no solo en la vivencia de la caridad sino también en otros ámbitos como la vivencia de la oración y la liturgia eclesial.
Tanto lo es que Jesús nos invita a salir de nosotros mismos para ir al encuentro del hermano; eso, incluso, resume toda la ley y los profetas (Mt 22, 39-40).
Iglesia es “reunión”
Ignorar este aspecto nos lleva a tener una “fe” egoísta y/o privada; a tener una “fe” basada en la comodidad y bienestar individuales. Sería una falsa fe.
Desconocer la dimensión comunitaria de nuestra fe es alinearse con la cultura que favorece el aislamiento; es desconocer la etimología de la palabra Iglesia.
Iglesia viene del griego ekklesía ‘reunión, asamblea convocada’, y posteriormente del latín ecclesia que significa ‘reunión del pueblo’, ‘asamblea de los primeros cristianos para celebrar el culto’; así como también se usa para hablar del ‘lugar’ donde este se celebraba o se celebra.
La fe debe llevar a vernos como un gran cuerpo (el cuerpo místico de Cristo), como una comunidad, como Iglesia, unidos en un mismo sentir (1 Cor 1, 10).
Por eso ya desde los primeros tiempos los primeros cristianos se reunían para la misa, para celebrar el día del Señor, el domingo (Hch 2, 42. Hch 20. 7).
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En comunidad encontramos a Jesús
Es que Dios nos hizo seres sociales y sociables. Somos personas que nacemos en una familia (la base de la sociedad), y dentro de una sociedad (familia natural), y esta a su vez está englobada dentro de la Iglesia.
Jesús nos hizo saber que formamos parte de una gran familia, nos enseñó a decir “padre nuestro”, no a decir “Padre mío”.
Desde el principio de su ministerio público Jesús formó una comunidad de discípulos. Él quiere pues que estemos juntos en comunidad para alabarlo, seguirlo y darle gloria.
Y en este sentido conviene recordar o tener en cuenta dos cosas: a nosotros nos debe hacer falta la comunidad eclesial y nosotros le hacemos falta a dicha comunidad.
En comunidad encontramos a Jesús: “Donde dos o más estén reunidos en mi nombre, allí estaré” (Mt 18, 20).
Esto exige que el culto a Dios sea, ante todo y por encima de todo, exterior o externo (que los demás vean nuestra fe) y comunitario (dar culto unido a tus hermanos).
Y será privado, íntimo, interior (en tu corazón) en un segundo momento y lugar.
Un pueblo que comparte
Más allá de las preferencias personales, los católicos van a Misa a la iglesia parroquial no por sí mismos (porque les guste) sino para hacer comunidad, reforzar la comunión con los demás hermanos en la fe y demostrar que forman parte del pueblo de Dios.
No basta rezar solo, tampoco en familia (Iglesia domestica). Hace falta orar unidos como Iglesia; compartir lo más importante que tenemos: la Eucaristía.
En este sentido, faltar injustificadamente a la misa dominical y en días de precepto sería un desprecio a los hermanos o, peor aún, una falta a la unidad.
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La Misa es un acto comunitario, es celebrada por toda la comunidad; es más, la misa es la vida de la comunidad. En comunidad nos unimos para celebrar la misa y adorar todos juntos a Dios, como Él quiere ser adorado.
El testimonio de ir a misa
Por tanto ir a la misa los domingos y solemnidades de precepto no sólo es responder a un precepto (Catecismo 2181. Canon 1247), sino también, y sobre todo, es ser consecuentes con nuestra fe.
“La participación en la celebración común de la Eucaristía dominical es un testimonio de pertenencia y de fidelidad a Cristo y a su Iglesia. Los fieles proclaman así su comunión en la fe y la caridad” (Catecismo, 2182).
Ir a misa no es en absoluto cuestión de responder a un impulso o actuar por inercia, y menos aún de aprovechar un espacio de tiempo que de otra manera no se sabría cómo llenar. Tampoco se puede considerar la misa como un acto meramente social.
Consideremos un ejemplo. Uno normalmente no va, por ejemplo, al cumpleaños de un ser querido o de un gran amigo porque ‘toca’ o por cumplir con un acto social sino por amor, por gratitud, por aprecio a la persona.
Y si uno va a la fiesta de cumpleaños de esa persona no es para quedarse mirando el techo; por el contrario, se va a participar con alegría, a alegrarle con sinceridad el rato a la persona festejada, se va, incluso, a llevarle a dicha persona un presente.
Pues de la misma manera la relación con Dios en la misa o en la eucaristía celebrada, por ejemplo, en la iglesia o templo parroquial.
Y la relación con Dios también es como la comunicación con un ser querido: no es lo mismo buscar a esa persona para hablar o compartir de manera directa, de tú a tú, o personalmente, que es lo ideal, a hacerlo usando el internet o el teléfono o por carta.
Pero si hay motivos que impidan dicho encuentro interpersonal pues es más que necesario y lógico apelar a los medios de comunicación social.
Lo importante es la comunión, la relación, el afecto por esa persona.
Excepciones
En este sentido, participar de la misa en el templo o la iglesia parroquial no siempre es posible; hay motivos que realmente lo impiden.
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Pero esos impedimentos no serán nunca una excusa para quedarse uno sin misa, de manera especial los domingos y solemnidades de precepto, pues hay otros medios o maneras: participar de la misa a través de los medios de comunicación social (radio, televisión, internet).
Es que toda regla tiene su excepción; lo importante es que la excepción no se convierta en norma.
Esta participación será una alternativa muy, pero muy excepcional si existe realmente un impedimento (quienes están objetivamente impedidos por edad avanzada, enfermedad u otra razón realmente válida) para hacerlo de manera presencial, personal, física.
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Y la participación de la misa seguida por televisión, por internet o radio, aunque tenga su validez y no es una participación infructuosa, no pretende obviamente sustituir la relación personal con Dios por la vía sacramental, relación por privilegiar y vivir al máximo.
El uso de la televisión, de internet o de la radio será sólo un medio o instrumento de comunión con Dios, de crecimiento espiritual, de fidelidad al Señor, de vivencia y testimonio de la fe.
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Pero para la vivir la misa a través de los medios de comunicación social hay condiciones. Todas son de sentido común:
1. La misa o eucaristía tendrá que ser trasmitida en vivo y en directo
El fiel se traslada espiritualmente a ese lugar y participa de la misa con los demás fieles cantando, respondiendo a las oraciones, observando las posturas previstas para cada momento (si es posible), y comulgando espiritualmente. Para comulgar espiritualmente conviene tener a mano la oración que enseña la Iglesia.
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2. Recordando el primer precepto de la Iglesia de “oír” misa entera, la misa tiene que ser vivida desde el principio
Por tanto todo tiene que estar arreglado, preparado o listo para el momento en que inicie la transmisión de la misa.
3. El ambiente o entorno será de oración con el debido silencio, recogimiento y piedad
4. Evitar toda posible distracción
Prever todo lo que pueda distraer durante la misa para alejarlo (por ejemplo, mascotas) o apagarlo (teléfonos móviles, timbres, citófonos, etc.). No hablar con nadie durante la transmisión. Mantener alimentos alejados.
5. Buscar el lugar más apropiado
Como si el lugar escogido para seguir la misa se convirtiera en la extensión de la capilla o de la iglesia donde se esté celebrando la Eucaristía.
6. Estar muy conscientes del momento que vivimos para dirigirle al Señor la oración, sabiendo que él te ve y escucha, no en la pantalla, sino realmente.
7. Involucrar en el lugar, si es posible, al mayor número de personas
8. Buscar misas que realmente sean validas
Es decir, celebradas por sacerdotes que estén en comunión con la Iglesia.
9. No se trata de ver sino de participar
Tener en cuenta que no es un programa más de televisión o de radio para distraernos. No se trata de sentarse a mirar pasivamente.
10. Observar el vestuario adecuado
Por ejemplo, si la misa es temprano no se debe vivir la misa en pijama, ni desde la cama.
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Y ya para acabar, una última cosa. Hay un principio moral que dice que nadie está obligado a cumplir actos imposibles.
Quien por serios y fundamentados motivos está real, sincera y objetivamente impedido de participar de la misa dominical y/o en una solemnidad de precepto también a través de los medios de comunicación social, no está sujeto al cumplimiento del precepto.
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