Una madre de familia española crea un grupo de voluntarios que atiende a ancianos solos. La iniciativa se ha extendido a Argentina y los voluntarios aumentan cada día. Pilar de Beas es una madre de familia madrileña que ha convertido la etapa de confinamiento en una ventana para muchos ancianos que sufren la soledad. Conoció recientemente al párroco de Villabrágima, un pueblo de 1.000 habitantes de la provincia de Valladolid donde la pandemia del coronavirus ya ha segado vidas.
Este sacerdote, Francisco Casas, estaba preocupado porque a causa del coronavirus en el pueblo las familias están fuertemente aisladas.
Las autoridades quisieron frenar el contagio en el pueblo, después de detectar más de 11 casos y de que se produjera una muerte. Pero el confinamiento ha hecho que muchos ancianos queden solos y sin posibilidad de recibir las habituales visitas o las conversaciones con los vecinos. Los efectos de este aislamiento van más allá de lo físico.
El párroco pidió a Pilar oraciones por una persona fallecida y ella quedó con una inquietud: “Pensé qué podríamos hacer desde Madrid para paliar la soledad y la falta de apoyo a esos ancianos que se están quedando solos. Es fácil que se pongan tristes, que no tengan a quién comentar sus preocupaciones, y que les tiente la desesperanza de pensar que ya nadie en esta sociedad se acuerda de ellos”.
Una solución sencilla
Esta mujer, católica que vive la espiritualidad de Schoenstatt, ideó un sistema sencillo pero que está resultando un éxito: las llamadas de teléfono.
Un equipo de voluntarios se turna para llamar a diario a los ancianos. “En unos minutos se hacen amigos del alma. ¡No te imaginas la de cosas bonitas que suceden! A estos abuelitos les ha cambiado la vida”, comenta.
Llamados a dar su tiempo a los que necesitan hablar
Ya son 40 ancianos y el equipo de voluntarios no para de crecer. “Vamos por los 300. Muchos jóvenes y personas de mediana edad -explica- se han sentido llamados a dar su tiempo para los mayores. Hablan con ellos, les escuchan, comparten sus historias… y ves que a los ancianos les hacía mucha falta”.
“No te olvides de llamarme mañana, por favor”
Ayer, sin ir más lejos, “una señora -comenta Pilar- me dijo: te has equivocado de día, tú me llamas los miércoles y hoy es martes, pero conversemos ahora y no te olvides de llamarme mañana también, por favor”.
También en residencias
Así Pilar ha puesto en contacto a voluntarios con ancianos que viven en sus casas y también en residencias, pero no faltan los obstáculos. “En las residencias ven con buenos ojos lo que hacemos pero, por la ley de protección de datos, no nos pueden facilitar información sobre sus ancianos. Es una pena”.
Ha conseguido, sin embargo, que una abuelita hablara con otros mayores de su misma residencia “y son ellos los que nos han pedido, por iniciativa suya, que algún voluntario se comunique con cada uno”.
También en Argentina
Con este sistema de voluntariado ha llegado a atender a ancianos de Argentina. Ahora que está en marcha este equipo, Pilar cree que “nos ha hecho descubrir un modo de ayudar a las personas que están solas, más allá de la situación de confinamiento. Nuestra sociedad lo necesita”, añade.
“Queremos llegar a más”
Ella misma, ha puesto a disposición su correo electrónico para facilitar que personas mayores, entidades o residencias de ancianos puedan recibir estas llamadas de apoyo. “Queremos llegar a más”, dice Pilar. Quien quiera puede escribirle a pilardebeas@hotmail.com.
“No podía quedarme de brazos cruzados”
Pilar es madre de 6 hijos y abuela de 6 nietos. No le sobra el tiempo de dedicación a su familia pero asegura que “emprender este voluntariado es algo que debía hacer. No podía quedarme de brazos cruzados y ya se ve que, como yo, muchas otras personas también se han puesto manos a la obra”.
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