Hay una parte muy famosa -“Señor, concédeme serenidad para aceptar todo aquello que no puedo cambiar…”-, pero toda entera es un tesoro
Muchos hemos escuchado alguna vez esta corta y significativa plegaria:
“Señor, concédeme serenidad para aceptar todo aquello que no puedo cambiar,
fortaleza para cambiar lo que soy capaz de cambiar
y sabiduría para entender la diferencia”.
La plegaria fue atribuida erróneamente a varios filósofos o santos como Epícteto, Aristóteles, Cicerón, san Agustín, Francisco de Asís, santo Tomás Moro, etc. Pero en realidad es del teólogo protestante, estadounidense de origen alemán Reinhold Niebuhr.
La fama de la oración creció enormemente cuando fue descubierta en la página de obituarios de una edición del New York Herald Tribune.
Para encontrar libertad lejos de la adicción
Rápidamente los Alcohólicos Anónimos (A.A.) la adoptaron como su lema y poco después pasó a formar parte de su programa de acción de doce pasos, que se usa hasta el día de hoy.
Bill W., uno de los fundadores de Alcohólicos Anónimos, afirmó en su libro Alcoholics Anonymous Comes of Age que “nunca había visto tanto de A.A. en tan pocas palabras”.
Así es que en Programa de Acción, la oración de la serenidad se vuelve muy importante, te alienta para no consumir, para no pedir esa primera copa, para poder pasar un momento difícil, para pedir la tranquilidad en los momentos de ansiedad.
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La oración completa
Pero la oración de Niebuhr no es sólo ese conocido párrafo. La versión original es más larga y por supuesto no tiene desperdicio, y es sin duda una oración que tenemos que tener siempre presente en momentos de tribulación:
Señor, concédeme serenidad para aceptar todo aquello que no puedo cambiar,
fortaleza para cambiar lo que soy capaz de cambiar
y sabiduría para entender la diferencia.
Viviendo día a día;
disfrutando de cada momento;
sobrellevando las privaciones como un camino hacia la paz;
aceptando este mundo impuro tal cual es
y no como yo creo que debería ser,
tal y como hizo Jesús en la tierra:
así, confiando en que obrarás siempre el bien;
así, entregándome a Tu voluntad,
podré ser razonablemente feliz en esta vida
y alcanzar la felicidad suprema a Tu lado en la próxima.
Amén.