"Realmente es muy urgente que la vida consagrada se muestre cada vez más 'llena de alegría y del Espíritu Santo', que avance dinámicamente en los caminos de la misión, que sea respaldada por la fuerza del testimonio vivido, porque 'el hombre moderno está más dispuesto a escuchar a testigos que a maestros, y si escucha a los maestros, es porque son testigos'".
Lo proclamaba el papa san Juan Pablo II en su homilía el 2 de febrero de 1997, en la fiesta de la Presentación y la dedicación de la 1a Jornada mundial de la vida consagrada.
El hecho de que el santo Papa escogiera la fiesta de la Presentación como el día para celebrar la vida consagrada no fue casualidad.
Como dijo en su mensaje para ese día, "la Virgen Madre que lleva a Jesús al templo para que pueda ser ofrecido al Padre, expresa muy bien la figura de la Iglesia que sigue ofreciendo a sus hijos e hijas al Padre celestial, asociándolos con la única oblación de Cristo, causa y modelo de toda consagración en la Iglesia".
La vida consagrada tiene muchas formas, desde aquellas que son inmediatamente reconocibles por sus hábitos exteriores, a las de los que han elegido con la aprobación de la Iglesia vivir en estados de castidad perpetua por el bien del Reino, pero que a menudo no llevan un signo exterior de su vocación.
Como Juan Pablo II había instituido la Jornada Mundial de la Juventud y llamado a una "Nueva Evangelización", escogió este día para reconocer, celebrar y elevar en oración a aquellos que discernían o han abrazado el don de Cristo de esta gracia especial. Con él, puso en marcha una renovada llamada a la santidad para todos.
Una vocación floreciente
Existe el surgimiento de una nueva vitalidad en las comunidades religiosas de todo el mundo. Lugares de África, Escandinavia, incluso Nueva York han visto crecer lo que sólo puede atribuirse a las oraciones derramadas para la renovación de la Iglesia.
La belleza, la devoción y la virtud inherentes a la vida consagrada se encuentran entre las formas más poderosas de testimonio en una cultura que con demasiada frecuencia es desgarrada por la división y el odio. Cualquiera que haya encontrado una persona consagrada a Cristo puede dar fe de ello.
Así que de acuerdo con los deseos de san Juan Pablo II, mantengamos a los que se dedican a esta vida en oración, para que cumplan Su voluntad y sean los faros de luz en un mundo lleno de tinieblas.
"Confío en que esta Jornada mundial de oración y reflexión ayude a las Iglesias particulares a atesorar cada vez más el don de la vida consagrada y a medirse por su mensaje... Que la Virgen María, que tuvo el sublime privilegio de presentar al Padre a su Hijo unigénito, Jesucristo, como una oblación pura y santa, obtenga para nosotros que seamos constantemente abiertos y acogedores frente a las grandes obras que no deja de realizar por el bien de la Iglesia y de toda la humanidad".
Un agradecimiento especial a las Hermanas del Inmaculado Corazón de María por organizar las citas que acompañan las imágenes de la galería.