Crece la demanda y la oferta de terapias que mezclan magia, esoterismo, pseudociencia y charlatanería.El mundo de las terapias llamadas “complementarias”, conocidas también como “terapias alternativas”, se mantuvo durante mucho tiempo reducido a la medicina oriental y algunos métodos de curación no avalados por las instituciones médicas como conocimiento científico.
Se dejó de usar el término “alternativa” para no aparecer en oposición a la medicina tradicional, sino como algo “complementario” que no sustituye el tratamiento médico.
Aunque esto queda muchas veces en lo discursivo y en la realidad muchas personas abandonan los tratamientos médicos cuando se fanatizan con una terapia de curación “mágica”. Muchos de sus promotores son muy críticos con la medicina tradicional mientras venden su nuevo producto.
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Aunque no existan suficientes evidencias para probar sus resultados, no todas son igualmente beneficiosas para las personas y no todas tienen el mismo respaldo científico.
Lo grave del fenómeno es que ha crecido no solo la demanda, sino también una gran proliferación de nuevas terapias de dudoso origen, mezcladas en la mayoría de los casos con pensamiento mágico, esoterismo, pseudociencia y charlatanería.
Este fenómeno en amplio crecimiento y con respaldo de muchas instituciones públicas y privadas que no hacen un serio discernimiento sobre las “terapias” en cuestión, deja a la deriva a una incontable cantidad de personas estafadas y afectadas emocionalmente, incluso en casos muy dolorosos donde la enfermedad se agrava por abandonar el tratamiento médico confiando en soluciones “mágicas”.
El discernimiento tampoco es fácil, porque bajo el paraguas de “terapia” uno puede encontrarse al lado de la quiropraxia y la milenaria acupuntura, la sanación con duendes y hadas, terapias “angélicas” o centro espiritistas que invocan “espíritus de médicos difuntos” para que curen.
El límite entre ciencia, religión, magia y fantasía se vuelve difuso en estos ambientes, donde se mezclan temas místicos con un lenguaje pretendidamente científico.
El lenguaje esotérico utiliza términos tomados de las ciencias, pero con un sentido mágico y estratégico, como si fuera algo de tecnología avanzada. Aparecen así en algún lugar de la terapia prefijos como “neuro”, “bio”, “psico”, y luego le sigue cualquier práctica ocultista o adivinatoria, pero con un nombre que suene a método interdisciplinario.
O en otros casos se le agregan adjetivos como “cuántico” y en realidad no tienen nada que ver con la física cuántica. La lista es interminable y todos los días se inventan nuevas.
¿Cómo se explica el auge de este fenómeno y por qué pocos advierten del peligro que implica para quienes se someten a métodos de dudosa validez científica?
Pensamiento mágico y charlatanería
La crisis de la razón científica en el siglo XX trajo aparejada no solo la desconfianza en el conocimiento científico, sino un relativismo que derivaría en un fuerte pragmatismo.
Es decir, que cuando uno comienza a creer que todas las opiniones son igualmente válidas, que ningún método de conocimiento es superior a otros, que es lo mismo un neurólogo que un gurú, un psiquiatra que un astrólogo, se abre la puerta a la búsqueda de los resultados, sin importar cuánto de serio tenga el método o si solo venden humo.
La respuesta es: “¿Y si me hace bien? ¿Cuál es el problema si es eficaz?”.
Las personas no se detienen a buscar la verdad de las cosas, sino simplemente a buscar resultados, aunque muchas veces sean producto de un efecto placebo.
Actualmente muchas personas sin ninguna formación, a través de youtube dan consejos sobre métodos curativos o nutrición, sin ningún respaldo científico. Varios nutricionistas advierten sobre “dietas milagrosas” que son experimentos pseudocientíficos con libros de superventas cuyos resultados son nocivos para la salud.
Mientras profesionales estudian entre cuatro y seis años para cuidar la salud de las personas, otros con seminarios de fin de semana se reciben de “terapeutas” en métodos revelados por extraterrestres, o por espíritus del más allá, o por algún sabio mitológico con quien dicen haber conversado en algún lugar inaccesible del Tibet.
Por otra parte, una medicina científica demasiado marcada por una visión positivista y materialista del ser humano había creado una atención despersonalizada que no tomaba en cuenta al paciente en forma integral, aspecto que es cada vez más tenido en cuenta en las últimas décadas, pero que sin duda su descuido creó el espacio para pseudoterapias holísticas donde las personas se sienten tratadas en su totalidad y no como un cuerpo enfermo.
A su vez la relación entre sanación y vida espiritual ha sido una búsqueda creciente que no encontraba respuesta en la atención médica tradicional. Esta situación abrió la puerta a una frontera difusa entre medicina, espiritualidad y pensamiento mágico.
En una sociedad en crisis, ante cualquier situación compleja tendemos a simplificarla y buscarle una sola causa o una descripción simplista, que por ello suele ser siempre reduccionista.
Así todos nos volvemos “psicólogos” y “médicos” que hacemos diagnósticos de la gente sin ser profesionales de esas disciplinas. Muchos dicen que “todas las enfermedades tienen un origen emocional”, lo cual es falso, pero como en algunos casos puede ser cierto, se sienten autorizados a generalizar y volverlo un dogma incuestionable.
Cuando alguien dice que algún tipo de alimento, o su propio método, “lo cura todo”, es para sospechar, porque no hay nada que lo cure todo. Es sencillamente un sinsentido. Muchas veces para venderlo solo dicen: “¡Lo que importa es que funciona! ¡Hay testimonios!”, o simplemente: “No hace mal”.
Así se sigue el criterio pragmático: “Si no me hace mal, qué tiene de malo probar”. Pero el daño que hacen es invisible porque las personas se convencen de lo que les dice su influenciador.
Para tener en cuenta
Aunque no siempre sucede, y la mayoría de las veces sus promotores no tienen una formación académica, hay varios casos donde quien lleva adelante una pseudoterapia es un profesional y aunque su método no tenga ningún respaldo científico, amparados en su calidad de profesionales, sean médicos o psicólogos, promueven una pseudoterapia peligrosa para sus pacientes.
Aunque tengan el título profesional, ejercen como gurús o sanadores y se pueden volver auténticos líderes sectarios que inducen dependencia en sus adeptos.
Ante el lenguaje pseudocientífico, que mezcla conceptos científicos con consejos espirituales y pensamiento mágico, uno debería por lo menos preocuparse o alejarse de una propuesta de ese estilo. Y lo que es especialmente llamativo es que prometen la solución a todos los problemas, lo cual ya es de por sí sospechoso en una simple “terapia”.
Verificar si cualquier método curativo en cuestión tiene respaldo científico y no dejar de consultar al médico, son el camino más seguro para evitar caer en las redes de charlatanes que promueven pseudoterapias de dudoso origen en ensaladas místicas.
Hay que tener en cuenta que también hay muchas personas honestas que creen en estos métodos y los practican con convicción.
Que no tengan malas intenciones o que no sean charlatanes, sino que quieran compartir lo que les ha hecho tanto bien, incluso gratuitamente, no significa que vayan por un buen camino para su salud y la de sus seres queridos. El fenómeno se ha vuelto un grave desafío a la salud pública y a la urgencia de una más seria regulación de los “tratamientos” que se ofrecen sin ninguna advertencia.