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¿Cómo descubrir que un niño ha sufrido abusos sexuales?

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Gelsomino del Guercio - publicado el 04/02/20
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La psicóloga Passarello afirma que, ante síntomas ambiguos, se necesita prudencia y confianza. Algunos no cuentan nunca nada, sobre todo si están amenazados Hubo un episodio impactante hace algún tiempo, relacionado con la muerte de una niña napolitana, Fortuna, que se había caído del balcón del edificio en que vivía, en circunstancias poco claras. La pequeña había sufrido un abuso sexual “crónico” como escribía el anatomapatólogo Nicola Balzano en el informe de la autopsia presentado ante el Fiscal del Norte de Nápoles.

El perito, respondiendo a las preguntas formuladas por los fiscales, profundizó, además, en la descripción de los abusos padecidos por la pequeña durante un largo periodo de tiempo. La muerte, escribió más tarde Balzano, “se debió a una lesividad torácica abdominal severa con lesión en los órganos internos, fracturas vertebrales y fracturas de la pelvis y ambos ‘fémures’, lesión compatible con una caída de más de 10 metros”.

ABUSE

TORWAISTUDIO – Shutterstock

Prudencia

Aleteia ha contactado con la psicóloga y psicoterapeuta Adriana Passarello, responsabile del centro de escucha de la asociación Meter, la asociación creada por Fortunato Di Noto para luchar contra el abuso sexual infantil, para preguntar por las causas que certifican la existencia o no de abusos.

“La certeza matemática del abuso sufrido – explica – nunca existe, a excepción de los casos en que se descubre in fraganti el delito o existe una confesión del adulto. En cambio, en la versión de los niños, sobre todo si son pequeños, existe siempre la duda sobre la veracidad”.

Síntomas generales

En la base del abuso “existe un miedo de los niños hacia ciertas personas o determinadas acciones, pesadillas nocturnas que antes no existían y en las que ahora se encuentra un monstruo, figuras que en la vida real no existen. Pero como causas también puede haber falta de apetito, pérdida de interés por el juego, falta de sociabilidad. Hablamos de indicadores de malestar general, que pueden ser determinados por otros factores”.

Masturbación compulsiva

Las “pruebas” de un abuso aumentan “si el niño tiene comportamientos como la masturbación, incluso si es pequeño, es decir, de los 3 años en adelante. Hablamos de un comportamiento desarrollado de forma compulsiva, es decir, continua. Cuando el niño está frente a la televisión, o está descansando, o está en su cama, es decir, en momentos en que no está ocupado, se masturba continuamente. Esta es una señal que podría estar seriamente asociada con el abuso”.

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Yupa Watchanakit | Shutterstock

Prácticas sexuales de adultos

En los niños, puntualiza Passarello, “la manera de tocarse es distinta a la de los adultos, en cambio los niños abusados repiten en la masturbación las mismas modalidades del adulto, porque este se las ha enseñado“. Y cita el caso de una niña de 6 años con masturbación compulsiva “pero donde no existía una historia de abuso. Es por eso que digo que es necesario hablar con los niños para tener la certeza”.

Otra situación de posible abuso “es cuando un niño conoce las prácticas sexuales de los adultos: en ese caso ha visto o sufrido esas prácticas y solo al hablar con el niño se llega a entender si ha ocurrido o no”.

Jugar para construir confianza

Pero, ¿cómo llega el pequeño a “confesar” el abuso?

“En mi experiencia intento ganar la confianza de los niños, hablo y juego con ellos. A partir de ahí, poco a poco se sienten libres para contar su secreto y, a través de algunas frases, empiezan a hablar de ello. Algunos no cuentan nunca nada, sobre todo si están amenazados. Me sucedió una vez que una niña, en un primer encuentro me había contado cosas, pero en el segundo me contó que en casa le habían prohibido hablar de eso”.

Una “liberación”

Los niños viven este paso “como una liberación. ‘Finalmente puedo contar esta cosa mala que sucedió’, este es su razonamiento y poco a poco sale a la luz. Los más pequeños – concluye la psicóloga – no perciben la gravedad y a menudo dicen que no les gusta ese ‘juego’. Los niños más grandes están agitados, no logran estar sentados, se mueven por la sala. Existe una agitación motora vinculada a la agitación emocional. Algunos me piden repetidamente que les prometa que no lo diré a nadie”.

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