La tendencia a juzgar muchas veces está presente en nuestra manera de pensar y de mirar a los demás.
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Bueno. Malo. Fantástico. Sin esperanza. Gordo. Estúpido. Fracasado.
La mayoría de las personas juzga y etiqueta a los demás. Mírate a tí mismo. Muchas veces lo haces sin darte cuenta y de manera inconsciente. Eres un juez consumado, tanto en tus pensamientos como en voz alta.
Aunque todos deseamos parecer tolerantes, la tendencia de examinar o incluso de juzgar está presente con mucha frecuencia en nuestra manera de pensar y de mirar a los demás.
¿Por qué juzgamos?
Es difícil decir de dónde viene esa tendencia, y probablemente no tiene una causa única.
Nuestra cultura de competición puede tener la culpa. Desde la infancia somos juzgados y comparados. Aprendemos que alguien es mejor y que otro es peor.
Las escuelas promueven habilidades específicas, y en el trabajo tenemos que alcanzar resultados específicos. La cultura y la sociedad promueven cierto tipo de estilo de vida y conquistas. Las personas que no encajan en las formas dominantes son, muchas veces, consideradas peores, perdedoras o inapropiadas.
Tienes que tener un espíritu muy fuerte para no sucumbir a esos juicios y para no mirarte a ti mismo a través del prisma de las consignas que se te dan, y para evitar caer en el patrón típico de comparación y juicio.
Otra razón para juzgar puede ser tu propia autoestima. Empieza en casa. Personas de familias problemáticas (situaciones de alcoholismo, violencia o padres emocionalmente ausentes) traen un bagaje de vergüenza, sensación de rechazo, inseguridad y falta de amor cuando son adultos.
Aquellos que son juzgados generalmente juzgan a los demás más fácilmente. Todo gracias al mecanismo de modelaje, que implica la reproducción de los patrones observados en el medio ambiente. Esto funciona en nosotros de forma subconsciente.
¿Cómo parar de juzgar?
Si eres de los que juzgan fácilmente, decir “A partir de ahora, no voy a juzgar más a los demás”, es el tipo de declaración que no tiene sentido. En lugar de eso, es necesario mirar profundamente dentro de ti mismo.
¿Cuánto miedo sientes cuando te sientes juzgado?
¿Tienes miedo de que alguien te deje atrás?
¿Tienes miedo de ser rechazado, abandonado o ignorado?
Las personas que tienen esos miedos tienen una mayor tendencia a juzgar que las personas que son libres de ellos. Por tanto, examina y mira si lo que te guían son tus miedos. Si descubres algunos, no luches con ellos. Al principio, simplemente acéptalos. Recuerda que el amor propio (el sano, no egoísta) empieza con la aceptación de ti mismo como eres, con todos tus fallos y tus recursos.
Piénsalo.
¿Cuánto te aprecias? ¿Cuánto te quieres? Piensa, sólo puedes amar a los demás cuando te quieres a ti mismo. Si no te quieres, no puedes realmente amar a otras personas.
¿Cuánto aceptas tus fallos? ¿Eres compasivo contigo mismo?
Si tu eres como la mayoría de las personas, probablemente sabes bien lo que está mal en ti, lo que no funciona, lo que es culpa tuya. Ves lo que haces mal, en vez de ver lo que haces bien. Si quieres cambiar eso, tienes que hacer este ejercicio sencillo (aunque no fácil).
Toma un pedazo de papel y anota 10 cosas que te gustan de ti, cosas en las que eres bueno, incluso fantástico. Piensa en tus cualidades, habilidades, talentos. Puedes escribir cosas que sabes cómo hacer muy bien, incluso las más pequeñas. O las que consigues con facilidad (esos son los talentos). También puedes escribir lo que quieras sobre tu apariencia.
Cuando hagas esa lista de 10, añade otras 15. Créeme; todos pueden encontrar en sí mismos 25 cualidades o habilidades. Sólo necesitas un poco de tiempo; no lo puedes hacer en una noche. Atrévete a enfrentar el reto y aprovechar tu tiempo. Vuelve a la lista, léela otra vez, rellena lo que falta. Valórate a ti mismo, valora a los demás y verás cómo cambia tu manera de ver a los que tienes alrededor.
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