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Escuchar las notas de este órgano te acerca mucho más a Dios

COLOMBIA
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Vicente Silva Vargas - Aleteia Colombia - publicado el 22/07/18
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El gigantesco instrumento musical de la Catedral de Bogotá -construido hace 127 años- estuvo olvidado durante medio siglo. Ahora es una joya disfrutada gratuitamente por el público Amas de casa, universitarios, médicos, estudiantes, abogados, desplazados por la violencia, turistas, amantes de la música… Ellos, como muchos otros, hacen parte de un público variopinto que llena las bancas de la Catedral Primada de Bogotá para deleitarse con algo inusual en Colombia: la música clásica.

Aunque no son expertos en fugas, sonatas y tocattas, su fervor se debe al renacer de un órgano fabricado en 1891 ―del cual se dice que «es uno de los mejores de América»― y a la presencia de famosos intérpretes que han sido invitados a tocarlo. La afición es tan creciente que quienes desean escucharlo deben hacer largas filas para conseguir una de las 2.300 localidades dispuestas. Otra alternativa es sentarse en el suelo o pararse junto a un confesionario.

¿Y qué llama la atención? ¿El repertorio? ¿Los organistas? ¿La sobrecogedora catedral? ¿El órgano que pesa veinte toneladas? Las respuestas las tienen esos inusuales espectadores que le han sacado provecho a los conciertos organizados mensualmente por el Ministerio de Cultura de Colombia y la Arquidiócesis de Bogotá.

 

 

“Yo había escuchado el órgano de la parroquia de mi pueblo, pero era muy pequeño y no como este gigante en el que se pueden disfrutar obras maestras de Bach o Beethoven”, afirma con alegría Martha Buendía, una vendedora ambulante que nunca había asistido a recitales que los especialistas llaman ‘música culta’ o ‘erudita’.

Para Rodrigo Méndez, estudiante de música en una universidad estatal, también “es novedoso que se abran las puertas de una iglesia tan emblemática para disfrutar gratuitamente, con impecable acústica y maestros de altísimo nivel, unas melodías con las que la gente del común no está familiarizada”.

Heraldo Mosquera, afrodescendiente y desplazado por el conflicto armado, no se ha perdido ninguno de los dieciséis conciertos realizados durante el último año. Su opinión resume el encuentro de personas como él con una música desconocida y un instrumento que puede parecer exótico: “Antes solo escuchaba música folclórica de mi región, el Pacífico colombiano, pero gracias a estos conciertos me he apasionado por el órgano y su sonido… es una música diferente porque llena el ambiente y ayuda a meditar”.

Miguel Huertas Escallón, deán de la catedral bogotana, está satisfecho con la tarea cultural emprendida hasta ahora por la arquidiócesis, no obstante explica que la presencia de este tipo de música en los templos no debe extrañar a nadie porque las catedrales, desde la Edad Media y en períodos posteriores, eran centros religiosos en los que también había espacio para la música, la pintura y la escultura.

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Este prelado, responsable de preservar el rico patrimonio cultural existente en esta iglesia construida a principios del siglo XIX, dijo a Aleteia que esa relación entre religión y órgano es muy sólida debido a que “este instrumento siempre ha tenido un papel fundamental en la liturgia y la alabanza, y porque los fieles ―al escuchar sus notas― sienten que se acercan mucho más a Dios”.

Monseñor Huertas Escallón atribuye a la restauración, a la historia del órgano y a los conciertos recientes, el hecho de que la Catedral se haya convertido “en foco religioso, turístico y cultural de altísimo nivel”. Esa apreciación coincide con la opinión de los famosos organistas Peter Holder (Inglaterra), Christian Barthen (Alemania), Pavao Mašić (Croacia), Daniel Bruun (Dinamarca) y Thomas Gaynor (Nueva Zelanda), quienes además de declararse regocijados por haber tocado «un instrumento muy sensible», destacaron la calidez del público.

Una vieja historia

El monumental instrumento que es motivo de admiración fue construido en 1891 por Aquilino Amezua Juaristi, uno de los organeros más famosos del mundo. En su taller de Barcelona, España, también se fabricó el famoso órgano de la Catedral de Sevilla.

Desde su llegada a Bogotá, acompañó las principales celebraciones litúrgicas, pero en 1965 fue restaurado por el organero alemán Óskar Binder quien le introdujo cambios en el mueble, los 1.808 tubos originales y los teclados y lo ubicó en un lugar inadecuado. Las modificaciones y su escaso uso durante casi medio siglo hicieron que el órgano ―único de su género en América― perdiera calidad sonora, se deteriorara y quedara arrumado como un mueble viejo.

En 2013 los ministerios de Cultura y de Comercio, Industria y Turismo y la Arquidiócesis de Bogotá decidieron recuperar para la liturgia y la música del mundo esta joya histórica y artística. El proceso adelantado por la empresa española Gerhard Grenzing terminó tres años después con un órgano remozado en su estructura, nuevos registros sonoros, más de 4.000 tubos y una consola de cuatro teclados. Además fue afinado y armonizado con la acústica de la Catedral para obtener “un sonido vivo, vigoroso y cálido”.

El ‘rey de los instrumentos’ ha sido el protagonista de la reciente temporada de conciertos con obras de Johann Sebastian Bach, un compositor que según monseñor Huertas Escallón “escribía para el culto a Dios y para el pueblo”. Esta música es la que le ha permitido a Martha, Rodrigo y Heraldo enamorarse del viejo-nuevo órgano bogotano.

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