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Quédate conmigo, oh Jesús,
porque el día empieza a morir y la vida pasa;
se acercan la muerte, el juicio y la Eternidad.
Es necesario que renueve mis fuerzas para no detenerme en el camino,
y para eso Te necesito a Ti.
Se hace tarde y se acerca la muerte,
y yo tengo miedo a la oscuridad.
Temo a las tentaciones, la sequedad, la cruz, los sufrimientos.
¡Oh, cuánto Te necesito, Jesús mío, en esta noche de exilio!
Quédate conmigo esta noche, Jesús; con todos los peligros de esta vida, Te necesito.
Permíteme reconocerte como lo hicieron Tus discípulos al partir el pan,
para que la Comunión sea luz que disperse las tinieblas,
la fuerza que me sostenga y el gozo de mi corazón.
Quédate conmigo, oh, Jesús, para que a la hora de mi muerte desee permanecer unido a Ti,
si no en la Comunión, al menos en gracia y amor.
Quédate conmigo, oh, Jesús; no Te pido consuelo divino, pues no lo merezco,
pero la gracia de Tu Presencia, oh, esa sí Te la pido.
Quédate conmigo, Jesús, porque solo a Ti, Te busco.
Tu Amor, Tu Gracia, Tu Corazón, Tu Espíritu,
porque Te amo y no pido más recompensa que la de amarte más y más.
Con un Amor firme Te amaré con todo mi corazón mientras viva
y seguiré amándote por toda la Eternidad.
¿Quién es el Padre Pío?
El Padre Pío de Pietrelcina es un emblemático fraile franciscano. Su vida, básicamente oración y sufrimiento, está llena de maravillosos sucesos. Ante él, muchas personas sienten a Dios cerca.
El Padre Pío se sintió llamado a colaborar con Jesús en la redención del hombre, y lo hizo especialmente a través de su sufrimiento ofrecido y de la dirección espiritual, la confesión y la celebración de la misa.
También ayudaba a los necesitados con muchas obras de caridad, entre las cuales destaca la fundación de la Casa del Alivio del Sufrimiento.
Se dedicaba día y gran parte de la noche a la oración, que para él es "la llave que abre el corazón de Dios".