San Pedro Mártir es quien se hizo santo más rápido en la historia de la Iglesia. Conoce cómo fue la canonización más rápida de la historia y dónde puedes venerar sus reliquias
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En muchos casos, pasaron siglos entre la muerte de un santo y su canonización. En cambio, algunos santos, como Teresa de Calcuta, han disfrutado de un camino rápido a la santidad.
Pero ni siquiera la canonización de Teresa fue tan veloz como la de Pedro de Verona, también llamado san Pedro Mártir.
A él lo declararon santo en marzo de 1253, menos de un año después de su violenta muerte.
Muy regulado en la actualidad, el proceso de canonización en aquel tiempo era menos elaborado. Pero la santidad seguía siendo una ardua conquista y muchos de los propuestos para santos no lograron obtener la canonización.
En el año 993 se dió la primera canonización de un santo por el papa. “La canonización papal era relativamente nueva” en la era de Pedro, escribe Donald Prudlo en su libro The Martyred Inquisitor: The Life and Cult of Peter of Verona [El inquisidor martirizado: vida y culto de Pedro de Verona].
Un anticátaro con enemigos
Nacido en torno al año 1205, Pedro llegó a una familia de clase media en Verona, al norte de Italia, una región que durante mucho tiempo ha vivido conflictos violentos y agitación política.
Aunque Pedro tenía familiares que suscribían la doctrina cátara, su familia pagó para que recibiera una educación de profesores católicos.
Siendo joven, se matriculó en la Universidad de Bolonia. Su familia confiaba en que hiciera carrera en derecho o en el gobierno, pero estando en Bolonia empezó a abrazar su fe católica y se unió a la recién establecida Orden dominica. Fue ordenado sacerdote en el año 1228 o 1229.
Entre los logros de Pedro está el establecimiento de un servicio de ambulancia voluntario que continúa funcionando hoy día.
Además, empezó a ganarse una reputación de orador público fascinante. El centro de su apasionada predicación era contra las sectas heréticas, como los cátaros, a quienes los dominicos consideraban anatema.
Por la efectividad de su oratoria, Pedro ganó un estatus significativo en la Iglesia y con el tiempo llegó a ser inquisidor para la región de Lombardía, Italia.
El 6 de abril de 1252, a las afueras de Milán, un asesino de parte de los cátaros emboscó a Pedro y le atacó con un arma parecida a un machete llamada falcastro.
Dice la leyenda que Pedro pronunció el Credo apostólico en el poco tiempo entre la primera herida y cuando el asesino asestó el golpe fatal. Algunas fuentes sostienen que el agonizante Pedro hundió los dedos en sus heridas y usó su propia sangre para escribir las primeras palabras del Credo apostólico (“Credo in Deum”) en el suelo.
Un relato tan dramático probablemente es apócrifo. En cualquier caso, el compañero de viaje de Pedro, otro dominico, también fue gravemente herido y sucumbió a sus heridas varios días más tarde.
El asesino, Carino de Balsamo, logró escapar. Más tarde se arrepintió de sus actos asesinos y entró en un monasterio dominico, donde permaneció como devoto penitente laico hasta el final de su vida.
Aunque Pedro tenía muchos enemigos, también disfrutó de un culto local de fervorosos defensores. Se le han atribuido milagros incluso en vida. Además, para la jerarquía de la Iglesia, su vida franca y su violenta muerte ofrecían un ejemplo cautivador de un luchador caído contra los herejes.
El 9 de marzo de 1254, solo 337 días después de su muerte, Pedro de Verona fue canonizado por el papa Inocencio IV.
El récord anterior de canonización más rápida había pertenecido a Antonio de Padua, que entró oficialmente en la santidad 352 días tras su muerte en junio de 1231.
Pedro fue enterrado en la basílica de San Eustorgio, en Milán, donde se conservan sus reliquias, incluyendo su cabeza, que aún muestra indicios de las heridas craneales que sufrió.
Récord por 800 años
El récord de Pedro por su camino más rápido a la santidad se ha mantenido durante casi 800 años.
Dado que la canonización moderna es un proceso muy sofisticado –que incluye una extensa investigación del pasado del candidato, de su santidad y de la legitimidad de los pretendidos milagros–, es probable que el récord de Pedro se mantenga al menos otros ocho siglos.