Para muchos católicos, la luz parpadeante de las velas es un aspecto icónico de la asistencia a Misa o a los oficios religiosos. Sin embargo, lo que muchos de nosotros no sabemos es que adoptamos las velas de cera de abeja gracias a los monjes católicos.
Durante gran parte de la Antigüedad, las velas se fabricaban con grasa animal, que producía olores desagradables al quemarse. Pero durante la Edad Media, unos ingeniosos monjes restablecieron el uso de la cera de abejas de sus colmenares para fabricar velas que se siguen utilizando hoy en día.
La cera de abejas se producía recolectando panal (hecho de cera segregada por las abejas obreras) de los colmenares y luego hirviéndolo y enfriándolo hasta que se ablandaba. A continuación, se sumergía la mecha en la cera o se hacía rodar sobre ella para crear una vela.
Hoy en día, damos por sentada la apicultura y la miel, pero en la Edad Media era una práctica muy innovadora. Los monjes pasaban horas buscando miel en nidos silvestres o construyendo colmenares, abriendo huecos en los árboles, y esperando a que entraran enjambres de abejas.
A medida que crecía la demanda de velas de cera de abeja, los monasterios ampliaron su capacidad apícola y crearon parcelas de bosque dedicadas a la cría de nuevas colonias. Pero a medida que más y más iglesias adoptaban las velas de cera de abeja, la demanda seguía superando a la oferta y, a finales de la Edad Media, una sola vela de cera de abeja en Europa podía costar más de un jornal.
La cera de abejas se seleccionó por su calidad superior como material de combustión, pero también por razones simbólicas. Como se explica en Catholic Answers, la cera producida por las abejas se consideraba el tipo de cera más dulce y puro y, por tanto, ideal para simbolizar a Cristo.
De hecho, las velas son mucho más que una forma de iluminar una iglesia. Como explica Rebecca Haynes en Curious Cauldron, la luz natural de las velas de cera de abeja se considera un símbolo de la luz de Cristo; y el aroma de las velas encendidas, un símbolo de la presencia del Espíritu Santo.
Debido a este simbolismo, la Iglesia Católica impone normas precisas sobre los materiales que pueden o no utilizarse para crear objetos sagrados. Actualmente, la Iglesia recomienda materiales naturales como la cera de abejas o el aceite de oliva y prohíbe el uso de materiales menos puros como la parafina, la estearina o el sebo.
Como dice Haynes, la fabricación de velas de cera de abeja empezó a estandarizarse durante la Edad Media, con normas que exigían que las velas se fabricaran solo con la cera más pura y fueran bendecidas por un sacerdote antes de su uso.
Hoy en día, las velas de cera de abeja desempeñan un papel importante en muchos acontecimientos sagrados del año litúrgico, desde las velas de Adviento -que marcan las semanas previas a la Navidad- hasta las velas de la Candelaria, utilizadas para celebrar la Fiesta de la Presentación de Jesucristo, el 2 de febrero, y, por supuesto, durante la Navidad.
La próxima vez que entres en una iglesia y respires el aroma único de las velas de cera de abeja, podrás dar las gracias al ingenioso trabajo de los monjes medievales.