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La regla de oro para cambiar los malos hábitos

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Javier Fiz Pérez - publicado el 06/02/18
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Cambiar requiere determinación. Aplicar esta regla te ayudaráCuando nos propongamos cambiar un determinado hábito existe una regla de oro que todos los estudios han demostrado que es una de las herramientas más poderosas para generar cambios. 

Esta es la regla: si usamos la misma señal y proporcionamos la misma recompensa, podemos cambiar la rutina y cambiar el hábito.

Casi todas las conductas se pueden transformar si la señal y la recompensa siguen siendo las mismas.

La regla de oro ha funcionado en tratamientos contra el alcoholismo, la obesidad, los trastornos obsesivo-compulsivos y otros cientos de conductas destructivas. Aplicarla puede ayudar a cualquier persona a cambiar sus viejas costumbres

Preguntarnos sobre qué es lo que desencadena una conducta habitual se denomina entrenamiento de conciencia y es el primer paso de un proceso llamado “entrenamiento de la inversión del hábito”.

Consiste en identificar las señales que provocan una rutina. Es posible que al principio no encontremos razones de por qué realizamos un determinado hábito nocivo, pero, si tratamos de buscarlas, es probable que acabemos por aclararlas.

Por ejemplo, podemos pensar en qué situaciones típicas se produce ese hábito y después identificar qué sentimos después de este, que puede ser un estímulo físico.

Entonces, cuando se produce la señal y también hemos identificado la recompensa, necesitamos desarrollar una “respuesta competitiva” que sustituya a la rutina.



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Podemos llevar un registro de los momentos en que se produce la señal a lo largo del día y, en cada momento, realizar la respuesta competitiva que sustituya a la antigua rutina.

Las técnicas que la psicología nos ofrece para lograr la inversión de hábito ponen de manifiesto uno de los principios fundamentales de los hábitos: con frecuencia, no acabamos de entender las ansias que controlan nuestras conductas hasta que nos dedicamos a observarlas.

Y aunque sea fácil describir el proceso de cambiar el hábito, no necesariamente lo es llevarlo a cabo. Es fácil suponer que el tabaco, el alcoholismo, comer en exceso u otros patrones arraigados se pueden cambiar sin un verdadero esfuerzo.

Pero el verdadero cambio requiere trabajo y entender las ansias que nos conducen a esas conductas. Cambiar cualquier hábito requiere determinación.



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Si identificas las señales y las recompensas, puedes cambiar la rutina.

Al menos la mayoría de las veces. No obstante, para algunos hábitos, hace falta otro ingrediente: la convicción.

En el caso de los alcohólicos, por ejemplo, aunque les ofrezcas a las personas mejores hábitos, eso no remedia la causa por la que empezaron a beber. Llega un momento en que tienen un mal día y ninguna rutina conseguirá que todo parezca que está bien. Lo que realmente puede cambiar las cosas es creer que pueden afrontar esa situación de estrés sin el alcohol.

Para que los hábitos cambien de manera permanente, tenemos que estar convencidos de que el cambio es posible.  De este modo el potencial para que este se produzca es más real. Recordemos que a fin de cuentas nuestra vida está en nuestras manos. De nosotros depende lo que con ella queramos hacer.

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