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Acércate a África, el continente desconocido

polscy misjonarze w Sudanie Południowym
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Manuel Bru - publicado el 29/11/15
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En gran medida, las razones de los africanos nos resbalan, y sus problemas también. Una reflexión dolorosa de Manuel Bru

Mi buen amigo y admirado periodista Javier Fariñas cuenta una anécdota en su libro Periodismo de mandarina.

Cuenta en su libro el redactor jefe de Mundo Negro (la más prestigiosa revista sobre actualidad africana), que en una conferencia sobre uno de los más de 50 países africanos, alguien preguntó al conferenciante cuál era el problema de África.

Dice mi amigo Javier que de haber sido él el conferenciante, le habría respondido algo así como: si quiere empezamos con la "A" de Angola, y en pocos días de paciente escucha por su parte habremos llegado a la "Z" de Zimbabue.

Poco tiempo después mi amigo Javier tuvo la oportunidad de responder a una pregunta similar cuando, en una conferencia dada por él también sobre el continente africano, alguien le espetó la misma pregunta pero con una carga adicional: ¿Cuál es el problema de África? ¿La corrupción, verdad?

Mi amigo se contuvo en la respuesta mientras buscaba en internet cualquier diario digital español para enseñarle en la pantalla su portada, repleta de noticias sobre corrupción política en España.

Perdón -le devolvió la pregunta con otra pregunta-: ¿Me pregunta sobre algún país concreto de África, o me pregunta sobre España?

África es plural

África es mucho África. Infinidad de pueblos, de culturas, de lenguas, de situaciones económicas, de regímenes políticos, de razas y de etnias.

En África hay guerras tribales, hambrunas, esclavitudes y miserias. También hay comunidades que crecen en todos los ámbitos sociales, solidaridad, desarrollo, un envidiable diálogo interreligioso y sobre todo vida, mucha vida.

Infinidad por tanto de problemas e infinidad por tanto de soluciones.

Problema

Pero si África tuviese un problema, un gran problema, sería un problema externo a África, sería un problema propiciado por nosotros, el desconocimiento y el desinterés por parte del resto de los continentes, sobre todo de Europa.

Otro gran periodista, el corresponsal de La Vanguardia en varios países africanos, lo explica de un modo incontestable:

"Cuando hablamos de África hablamos de los africanos. Cuando decimos que África interesa o deja de interesar estamos hablando de personas que nos interesan o nos dejan de interesar.

Cuando callamos ante el clamor de los empobrecidos, dejamos de escuchar las razones que tienen para saltar la valla, para embarcarse en una patera, para encajonarse en los bajos de un autobús, para intentar vivir en tierra hostil aunque tengan que morir en el intento. Dejamos de intentar entenderlos. Sus razones nos sobran y sus problemas también".

A la postre, el viaje del papa Francisco a África, como los viajes de san Pablo VI, de san Juan Pablo II, y de Benedicto XVI, pasan sin pena ni gloria para los europeos.

Incluidos los católicos europeos, para los que, en gran medida, las razones de los africanos nos resbalan, y sus problemas también.

Y caemos en la trampa que nos tiende el pensamiento único liberal: cree que África sólo tiene un problema, el de la corrupción de sus gobernantes.

Y así liberas tu conciencia para no pensar que en el Sur también sus habitantes son hermanos nuestros, unidos a nosotros, y nosotros a ellos, sin vallas ni fronteras capaces de separarnos, en la única suerte común de la humanidad.

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