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¿Qué es el pecado? conoce sus tipos y sus efectos

Que es el pecado
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Redacción de Aleteia - publicado el 09/03/15 - actualizado el 11/02/25
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Recordando el Catecismo, aprendimos que existe el pecado y sabemos que hay varios tipos, pero no está de más que les demos un repaso para no olvidarlos

El concepto de pecado es bastante simple: básicamente, el pecado es un acto de egoísmo exagerado. Es preferirse a uno mismo y anteponerse a Dios y a los demás, cediendo a las pasiones desordenadas que nos ponen en el centro de nuestra existencia y negando nuestra naturaleza, que solo se completa cuando se abre al prójimo y a Dios.

Por eso, el pecado hiere al propio pecador, apartándole de la plenitud ofrecida por Dios. Y por ello, el pecado ofende a Dios: no porque Dios, como tal, se vea afectado, sino porque nosotros mismos, al pecar, nos disminuimos ante la grandeza que Dios nos ofrece.

Para Jesús, el pecado nace en el interior del hombre (cf. Mt 15, 10-20). Por eso, es necesaria la transformación interior, del corazón.

Es una esclavitud: el hombre se deja en poder del maligno, valorando falsamente las cosas de este mundo, dejándose arrastrar por lo inmediato, por las satisfacciones sensibles, que no sacian nuestra sed de amor y de plenitud.

¿Qué tipos de pecado hay?

1El pecado original

Este es la herencia que todos recibimos de nuestros primeros padres, Adán y Eva: ellos desconfiaron del amor de Dios Padre y cedieron a la tentación de dejarlo fuera de sus elecciones personales. Como hijos de una humanidad que perdió la inocencia, todos nosotros nacemos con la naturaleza caída de pecadores y necesitamos la gracia de Dios, mediante el sacramento del bautismo, para purificar nuestra alma.

2El pecado actual o personal

Es el que cometemos como individuos, voluntaria y conscientemente. Puede ser cometido de cuatro maneras: con el pensamiento, con las palabras, con las obras o con las omisiones. Y puede ser contra Dios, contra el prójimo o contra nosotros mismos. El pecado personal puede ser mortal o venial:

 El pecado venial o leve es el que cometemos sin plena conciencia o sin pleno consentimiento, o con plena conciencia y consentimiento, pero en materia leve.

El pecado mortal o grave es el que implica tres factores simultáneos: plena conciencia, pleno consentimiento y materia grave.

¿Qué es materia grave y materia leve?

1Materia grave

La “materia” es el “hecho” pecaminoso en sí. Es grave cuando hiere seriamente cualquiera de los diez mandamientos. Algunos ejemplos: negar la existencia de Dios, ofender a Dios, ofender a los padres, matar o herir gravemente a una persona, ponerse en grave riesgo de muerte sin una razón justa, cometer actos impuros, robar objetos de valor, calumniar, cometer graves omisiones en el cumplimiento del deber, causar escándalo al prójimo.

2Materia leve

La materia leve es la que no hiere seriamente ninguno de los diez mandamientos, aunque consista en un acto contrario a alguno de ellos. Por ejemplo: robar es pecado, pero la gravedad de ese pecado tiene graves diversos. Robar diez centavos no suele perjudicar gravemente a la víctima del robo; pero el robo de una cantidad cuya pérdida perjudica a la víctima de modo considerable pasa a ser materia grave.

¿Cuáles son los efectos del pecado?

El pecado mortal mata la vida de la gracia en el alma, rompiendo la relación vital con Dios; separa a Dios del alma; hace que perdamos todos los méritos de las cosas buenas que hacemos; impide que el alma participe de la eternidad con Dios. ¿Como se perdona el pecado mortal? Con una buena confesión o con un acto de contrición perfecto, unido al propósito de confesarse en cuanto sea posible.

En cuanto al pecado venial, él debilita el amor a Dios, va enfriando la relación con Él, priva al alma de muchas gracias que ella recibiría de Dios si no pecase, facilita el pecado grave. ¿Cómo se quita el pecado venial? Con el arrepentimiento y las buenas obras, como oraciones, Misas, comunión y obras de misericordia.

También existen los pecados capitales y hay pecados que no pueden perdonarse. Por eso, lo más importante es acudir al sacramento de la Confesión y procurar vivir de acuerdo con sus mandamientos para no perder la gracia santificante y arriesgar la vida eterna.

(Con extractos del libro “Jesucristo”, del p. Antonio Rivero, LC).

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