Cosme y Damián eran unos gemelos que vivieron en el siglo III. Ambos estudiaron medicina y la ejercieron en Siria, de manera casi futurista.
De hecho, la leyenda cuenta que aplicaron una nueva pierna a un paciente para sustituir su pierna enferma, en el que se considera el primer trasplante de órganos.
Practicando la medicina, ambos hermanos deseaban ser instrumentos de curación para los que sufrían. Y no sólo del cuerpo, sino también del alma.
El dinero no tenía importancia para ellos, les llamaban “los anargyroi” (los sin dinero), porque no aceptaban pago por sus prestaciones.
Durante la persecución de Diocleciano y Maximiano contra los cristianos en Egea, profesaron su fe con valentía ante el prefecto Lisias.
Por ello fueron torturados y finalmente decapitados, quizás junto a sus otros tres hermanos, Antimo, Leoncio y Euprepio. Más tarde, sus restos fueron trasladados a Roma, donde llegaron a dedicarles más de diez iglesias.
Se les considera los santos patronos de los donantes de órganos y de los cirujanos. Son la prueba de que la atención a los demás pasa especialmente por su bienestar físico.
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