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Todavía podemos apoyarnos en el sacramento del matrimonio

MARRIAGE
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Edifa - publicado el 11/01/21
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“Por el sacramento del matrimonio el amor de los esposos se eleva al nivel del amor divino”, afirma el Concilio Vaticano II.  Y, añade el Ritual del Matrimonio: “el matrimonio será un signo eficaz de la presencia de Cristo”.  ¿Cómo vivir el matrimonio para que estas magníficas promesas no se queden en papel mojado?

“¿Qué significa apoyarse en el sacramento del matrimonio? “, me preguntó una vez una pareja cristiana. No me gusta usar la palabra “apoyar”. Da lugar a que el sacramento del matrimonio sea visto como una muleta para el amor, un “seguro a todo riesgo” contra los peligros de la vida.

Dicho esto, el sacramento del matrimonio es un sacramento maravilloso: bien entendido, es una contribución considerable al amor. ¿Por qué?

En un matrimonio religioso, Cristo es invitado al banquete de bodas como lo fue en Caná. Está presente en el corazón de la relación de los cónyuges. Es parte de su consentimiento; la palabra sacramental no es la del sacerdote, sino la de los cónyuges. Su frágil y falible “sí” es al mismo tiempo el “sí” de Cristo que se compromete a estar presente detrás de cada gesto de amor entre los cónyuges.

“Dejad que Cristo ame en vosotros”

El amor entre los cónyuges es más que un signo de la ternura de Dios, es la misma ternura de Dios. Cada uno puede decir al otro: “Cuanto más te amo más Dios te doy”.

Pero cuando Dios nos ama, nos transforma. Al igual que en Caná, convirtió el agua en vino, en el sacramento transforma el amor joven en un generoso y fructífero amor adulto.

A las parejas casadas les digo: “Dejad que Cristo ame en vosotros: su Espíritu de amor os enseña a amar como él lo hace con un amor que tiende a la gratuidad, que – en primer lugar – pide perdón, que nunca se retracta”.

En el sacramento, la pareja se sumerge en el calor del amor de Cristo por su Iglesia: cada cónyuge es atravesado por este desmesurado amor y también por el amor agradecido de la Iglesia por su Esposo, Cristo.

Dar 

El matrimonio con la Iglesia es una gran bendición que nos protege. Es una participación en el gran misterio del amor divino, que ama antes de ser amado, sin retirarlo, hasta el final.

En el sacramento, los cónyuges que lo viven plenamente se convierten en los signos del matrimonio que Cristo selló en la cruz con la humanidad. Serán celebrados magistralmente en el más allá, en la Boda Eterna.

Dios da a los cónyuges esta capacidad de ser signos: ese don de fidelidad en las que tienen derecho a confiar (prefiero esta palabra mas que “apoyarse”), ese don que puede dar “la capacidad de lo imposible”.

Denis Sonet

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