Raros son los alumnos que no tienen algún profesor atravesado. ¿Cómo reaccionar desde nuestra posición de padres a los comentarios negativos de un hijo sobre algún docente? ¿Hay que apoyarle o bien reprenderle?
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Apenas han pasado los primeros meses y el beneficio de la duda concedido a los profesores nuevos ya se ha agotado: “¡Mi profe es un pesado!”. ¿Qué respuesta conviene tener como padres a los comentarios de nuestro hijo al que no le gusta su profesor? Son respuestas rápidas, a menudo simplistas e incluso categóricas.
No juzgar en seguida
Acompañar a un hijo implica escucharle siempre, mostrar interés, dejarle expresar hasta el final su pensamiento. Después, sencillamente, si es necesario, conviene hacerle reflexionar sobre lo que acaba de decir.
Escucharle permite, a veces, darse cuenta por sí mismo de aquello que acaba de decir. Muchas veces se viene abajo él solo. Si, al contrario, le interrumpimos, aumentará su frustración. Pensará: “¡Siempre igual, nunca me escucháis!”. Se enfadará y puede que se bloquee.
Tras escucharle, hay que preguntar más. Puede tener razón y quizás no conozcamos al profesor en cuestión. Si sus explicaciones están fundamentadas, hay que hablar del asunto con el profesor. Pero si percibimos que su opinión es injusta, conviene ayudarle al niño a ver la situación con perspectiva y buen criterio. Tal vez son ideas que circulan en la clases, de sus compañeros, y es difícil no sumarse a las opiniones de los demás.
El profesor, como los amigos, necesitan tiempo
Es lo mismo con las amistades. Démonos tiempo para descubrir la riqueza de cada una de las personas, tanto profesores como compañeros.
Nuestros hijos deben comprender hasta qué punto los juicios sobre los demás son destructivos y encierran no solo a la persona encasillada, sino también a quien la juzga, ya que deja de tener la posibilidad de verla de otra forma. Además, este tipo de palabras sobre un docente frenan el deseo de progresar. Una perspectiva positiva y de aceptación es esencial para el éxito escolar y la realización de la persona.
Nuestras palabras
De igual modo, como padres y madres, tenemos que ejercer esta vigilancia con respecto a nuestras propias palabras.
Tras escoger una escuela, nos toca apoyar el trabajo de los profesores, aceptar sus exigencias y comprender su forma de actuar. Nuestras críticas afectan a nuestros hijos y les impide aplicarse en el trabajo. Contribuiríamos a que le guste menos su profesor.
“¿Para qué voy a trabajar en Historia si el profesor es un negado? ¡Hasta mis padres lo dicen!”. Sin embargo, la cuestión no es caer en la indolencia de una confianza ciega y cómoda, sino ejercer un discernimiento prudente e informado en esta preocupación por una auténtica cooperación entre padres y docentes. ¡Nuestro hijo será el mayor beneficiado!
Inès de Franclieu
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