La preocupación por los demás es una cualidad del corazón con la que no se nace, sino que debe ser educada y transformarse en actos concretos. Aquí tienen algunas claves para cultivarla en sus hijos.
La empatía es esa actitud de comprensión hacia lo que vive el otro. Es un corazón que se alegra con el bien que vive otra persona y que se entristece con quien llora. Esta actitud del corazón es lo inverso a lo que muchos jóvenes experimentan: desconfianza, indiferencia, envidia…
La empatía es salvadora y permite reconocer al otro no como un depredador, sino como alguien que me es dado como prójimo. Ese hermano del que me haré cercano y que él, a su vez, se hará cercano de mí.
El padre o madre, como un director de orquesta, permitirá que cada uno interprete su partitura, pero sobre todo permitirá que toda la pieza sea armoniosa.
La debilidad manifestada en uno permite a los demás creer en humanidad
Corresponde a los padres verbalizar el reconocimiento con admiración –y no con adulación– de las múltiples y variadas cualidades de cada uno.
También en su responsabilidad saber decir con delicadeza las debilidades, no para agobiar, sino para hacer que cada miembro se sienta al cargo y, por tanto, responsable del crecimiento de todos.
Yo puedo hacer algo por ti igual que tú puedes hacerlo por mí”.
Ya no somos indiferentes, puestos aquí por casualidad, sino elegidos por Dios para crecer juntos en la verdad.
Corresponde a los padres educar la mirada sobre el otro, permitir a cada uno ser como es, con sus cualidades, fragilidades y limitaciones.
La armonía se vivirá en una familia cuando el más competente se ponga al servicio de la persona que no entiende. Eso implica haber dedicado tiempo para volcarse hacia el otro, de haberle planteado preguntas, implica vivir juntos y no meramente al lado.
Recae también sobre los padres el hacer ver a los niños que manifestar su debilidad permite a los demás crecer en humanidad.
Es la dependencia y la simplicidad de los pequeños lo que hace crecer el corazón de los mayores, es la enfermedad grave de alguno lo que abre el corazón del otro al sufrimiento y desarrolla su atención.
Sin esta experiencia en el seno de la familia, cualquier persona puede verse atrapada por ese deseo de omnipotencia que la lleva a molestar al otro, incluso a una persona discapacitada.
¡Esforcémonos por ser solidarios con los más frágiles!
Inès de Franclieu