Porque creemos que nos conocemos bien pero también nos equivocamos y no sabemos cómo relacionarnos
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En cada casa, en cada familia, hay problemas, relaciones que necesitan mejorar, conversaciones que quedan pendientes e ideas que pensar. Si te preocupa tu familia, a veces necesitas pararte a pensar cómo es tu esposa (tu esposo), tu hijo, tu hija, o tu padre y tu madre. A veces creemos que los conocemos bien pero también nos equivocamos y no sabemos bien cómo tratarles. Y así surgen los problemas.
La experiencia de estas familias pueden darnos algunas ideas:
1No comprometer al otro
Michel y Amélie tienen especial cuidado en evitar poner al otro en un aprieto o en una situación delicada cuando un hijo se queja, pide permiso o consejo. Para ellos es importante que el niño no se vea dividido entre dos puntos de vista y que no juegue con las diferencias de la pareja para lograr sus fines.
2Apoyarse en las fortalezas del otro
Sin embargo, la complementariedad es también una gran ayuda en la educación. Como sabe que fácilmente cede con su hijo, Michel cede a menudo el turno a su mujer para que ella deje claro su decisión basada en sus mutuas intenciones educativas.
3Humor
A Michel, el humor le permite neutralizar potenciales conflictos: “Se ha convertido en un chiste: en cuanto hay una evidente contradicción entre Amélie y yo. Los niños cantan a coro: ‘Pero mamá ha dicho que…’. Y todo el mundo ríe. Humor y humildad tienen la misma raíz, ¿no?”.
4Humildad
Aprender a conocernos bien nos permite rectificar nuestros problemas, o ver con más claridad los desafíos a los que nos enfrentamos como familia o pareja.
“Como las ganas de huir de nuestras responsabilidades o apoyarnos demasiado en el otro”, comenta Hélène que explica que “una buena prueba consiste en indicar las situaciones en las que hay que elegir entre esposo (o esposa) y los niños y señalar quién tiene el privilegio habitualmente. Yo tengo tendencia a rechazar cualquier salida a un restaurante para poder supervisar los deberes de los niños. Mi hermana, por el contrario, tiene un presupuesto para niñeras que está explotando y los niños se quejan de ello”.
5Tiempo para dos
Dedicar tiempo para los dos es esencial para el equilibrio de todos. Recuerda Christel que es un imperativo para ellos disfrutar de momentos a solas. “Habíamos conseguido escaparnos un fin de semana romántico”, recuerda Christel.
“Apenas habíamos llegado a la casa rural, mi primer impulso fue querer llamar por teléfono para saber si los niños estaban bien. Mi marido logró disuadirme: ellos sabían dónde llamarnos en caso de problemas. Tomé consciencia de que tenía dificultades para dejarlos a su aire. Al acercarme más a mi marido, encontré una distancia justa con los hijos. ¡Todo tiene sentido!”.
A estas palabras, Christophe añade “el rollo del teléfono móvil”, ese “cordón umbilical virtual” que hace que los niños estén presentes en todas partes porque llaman para las decisiones más nimias y les impide aprender autonomía.
“Es sorprendente cómo un poco de distancia, silencio y tiempo permiten ver las cosas más claras, relativizar las dificultades con algún hijo, dejar que las soluciones emerjan solas o que se resuelvan los conflictos”, comenta el padre. Christel advierte también contra las “buenas razones” para no encontrar tiempo para la pareja:
“Mirando más de cerca las ‘obligaciones’ que supuestamente debían ocupar todos mis fines de semana hasta verano, vi que, en efecto, mi presencia con los niños no era indispensable todas las veces”.
En cuanto a Thibault y Bénédicte, se obligan a levantarse cada día una media hora antes que los niños para desayunar en pareja, un hábito fundamental para el equilibrio de todos.
“El amor puede ser profundizado y custodiado solamente por el amor”
¿Dónde está el equilibrio?
El término medio nunca está asegurado. Lo esencial es no creer que el matrimonio se construye en un año, sino ser conscientes de que necesita adaptarse a los cambios vitales, consolidarse y repararse constantemente.
El cariño mutuo de los cónyuges –una sonrisa, un gesto afectuoso– repercute sobre la vida de los hijos. Inconscientemente, los niños imitan esas actitudes, entre los hermanos y con los padres.