El secreto para (re)encontrar la serenidad entre las preocupaciones de la vida La pérdida de un empleo, una ruptura amorosa, preocupaciones económicas, enfermedad de un ser querido,… A menudo, nos vemos confrontados con contrariedades que nos afectan interiormente y que minan la tranquilidad de nuestras noches y días. ¿Cómo afrontar las turbulencias de la vida sin perder nuestra serenidad?
“Vivo un periodo difícil, inundada de preocupaciones de diferente tipo y de las que no consigo abstraerme. Esto tiene repercusiones en todos los ámbitos de mi vida. ¿Cómo puedo recuperar la serenidad personal, en mis relaciones, con mi cónyuge, con mis hijos y en un sentido más amplio aún?”.
Esta situación de tensión extrema que vive Justina ya la conocen muchas otras personas, debido a preocupaciones económicas o profesionales –sobre todo en casos de paro–, a la salud de los seres queridos…
¿Cómo atravesar estos periodos difíciles, dolorosos e incómodos? ¿Cómo hacer para que cese este tumulto interior que socaba nuestras noches y días?
Retomar el control de nuestras emociones para recuperar la serenidad
Abrirnos sobre estos temas a una tercera persona, que aportará una perspectiva emocionalmente desvinculada de las situaciones vividas, podrá ciertamente ayudar a cambiar nuestra propia perspectiva al ofrecernos un punto de vista distinto.
Porque lo que nos perturba es, con frecuencia, más la idea que nos hacemos de algo que el acontecimiento en sí, por desafortunado que sea.
Justina precisa que ella desea recuperar la serenidad. ¿Sigue siendo accesible para ella mientras siga atrapada en sus inquietudes?
La serenidad, esa tranquilidad del alma que tanto valoraba Séneca, no se manifiesta con el toque de una varita mágica. Para encontrarla o recuperarla, será necesario retomar el control de nuestras emociones.
Recuperar la confianza en nosotros mismos y nuestras capacidades para recuperarnos podrá crear o devolvernos la paz interior.
Hay que ser pacientes: el tiempo es, sin duda, el mejor aliado.
Vivir y aprovechar el momento presente: admirar un rayo de sol, el canto de un pájaro, la sonrisa de un niño…
Desarrollar una mirada positiva frente a esta vida que se nos ha dado, por infame que pueda ser, nos abre a este estado del alma que es la paz interior.
Jesús, el maestro espiritual por excelencia
Estas actitudes, difíciles de contemplar en tiempos duros, pueden verse ayudadas por una práctica con cartas de nobleza: la meditación.
Los cristianos no esperaron a las experiencias de sus hermanos orientales para desarrollar esta forma de oración silenciosa contemplativa.
Alimentada por la tradición bíblica y los Padres del desierto, la meditación puede guiarnos al corazón de nuestra relación con Jesús, el maestro espiritual por excelencia.
Zarandeados por la tormenta, permitamos, con la ayuda del Espíritu Santo, que Cristo nos mire.
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