La ternura es un lenguaje que permite manifestar nuestro amor. Se encuentra en el cuerpo, en la mirada, en las pequeñas palabras dulces, en las caricias… Es vital para el bienestar de la pareja.
La ternura se lee en las miradas, se escucha en las palabras, se siente en los gestos, expande el corazón y el cuerpo. Una pareja no puede durar sin cultivarla.
San Juan Pablo II ofrece una hermosa definición de ella.
La ternura nace de la comprensión del estado de ánimo ajeno”
“Mi marido/mujer está ahí sin estar realmente”. Esta queja revela que la ternura es quizás, ante todo, una cualidad de presencia. Es una actitud interior necesaria para el amor. Sin ella, los gestos pueden perder todo su significado. Un gesto de ternura puede ser mal recibido cuando va acompañado de muestras simultáneas de indiferencia.
Por tanto, “la ternura nace de la comprensión del estado de ánimo ajeno y tiende a comunicarle cuán cercanos se está a él”, explica san Juan Pablo II en Amor y responsabilidad. La ternura que es atenta y que cuida procura fuerzas y energías para afrontar el día a día.
Una ternura “firme”, no una sentimentalidad insípida
La ternura es desinteresada, permanente y no puede ser instrumentalizada para obtener una unión sexual. Sin embargo, es necesaria para esa unión, para disolver las preocupaciones, las incomprensiones y favorecer el abandono de los cuerpos.
La ternura nutre el amor, le permite expresarse, hacerse concreto. La ternura confiere dulzura al amor, para suplir los altibajos de una relación apasionada.
La atmósfera de ternura entre los esposos es un regalo inestimable para los hijos. Los envuelve también, les da un sentimiento de seguridad y les hace confiar en la relación, en un futuro de pareja posible también para ellos. La respiran sin percatarse de ella, pero les fortalece, les estabiliza.
San Juan Pablo II decía que la ternura debe ser firme, para no caer en una sentimentalidad insípida. Esta ternura se distingue de la que se dedica a un niño para que se desarrolle.
La ternura entre esposos no es maternal. Tiene la firmeza que se corresponde con un amor maduro de adulto, que eleva al otro. Es el vehículo para decirle al otro que es importante, interesante y único.
Sophie Lutz