El confinamiento obliga a aplazar todas las primeras comuniones. Aunque la situación cause tristeza, hay que intentar ver el lado positivo: este tiempo adicional os permitirá comprobar si vuestro hijo está verdaderamente listo para este gran día.
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Las razones que aducen los niños para hacer la Primera Comunión no siempre son muy espirituales.
Paul y Victoire son gemelos. Victoire quiere “hacer como los mayores” y ya está harta de avanzar con los brazos cruzados ante el sacerdote para que la bendiga. En cuanto a Paul, solo piensa en una cosa: ¡los regalos que podría recibir!
Entonces, ¿qué hacemos? ¿Esperar a que el niño crezca y madure hasta el punto “perfecto”? ¿Esperar a que se conozca el catecismo de memoria? ¿Esperar a que tenga la misma edad que los demás? Esta es la experiencia, a veces dolorosa, de algunos padres que terminan por dejar para otra ocasión –el año siguiente– la Primera Comunión de su hijo. A veces son los sacerdotes quienes lo piden.
Pero ¿y si estas dudas de adultos no fueran al final más que una falta de fe y de esperanza en un niño que tiene mirada de niño, una fe de niño, y una vida de niño? ¿Es de verdad necesario esperar hasta que sea capaz de expresar su deseo de manera muy razonable para permitirle acercarse a la mesa eucarística? El desafío no es menor, porque la Primera Comunión puede ser un auténtico encuentro con Jesús y el comienzo de una vida interior.
Una verdadera atracción
¿Cómo saber si un niño está listo para comulgar? (Tal vez habría también que preguntarse si nosotros estamos preparados para recibir a Cristo).
Florence, madre de dos niños cree que “lo primero a tener en cuenta es su deseo. Es como una llamada y a veces cuesta ponerle palabras. Creo que, en el caso de mis hijos, hay una verdadera atracción por Jesús-Eucaristía”. Luego, añade esta madre, su luminosa sonrisa “nos supera infinitamente”.
Ese deseo puede expresarse de formas distintas, teniendo en mente que algunos niños sienten un gran pudor en decir aquello que viven en su interior. “Mi hijo me explicó que quería conocer mejor a Jesús y vivir la misa ‘entera’. Esa fue la luz verde que me indicó que estaba preparado para comulgar”, comparte por su parte Armelle.
Pero ¿qué pasa con quienes aparentemente no tienen unas motivaciones tan fuertes? No pasa nada, “no es grave”, comenta la madre de Victoire y Paul. “Con frecuencia, un niño que no parece deseoso de hacer la Primera Comunión acaba estándolo. La catequesis y la preparación final para recibir este Sacramento le ayudará”.
San Juan Pablo II subrayó: “[Cristo siempre mostró] un afecto extraordinario por los niños. Dirá a los Apóstoles: ‘Dejad que los niños vengan a mí, no se lo impidáis’ (Mc 10,14)”.
También hay que recordar que, si están en el camino de este gran Sacramento, es porque en un momento u otro existió una chispa, un deseo, una sed…
La fe en la Presencia real
No obstante, existen otros criterios de discernimiento. Es indispensable que el niño sepa distinguir entre el bien y el mal –es además la razón por la que la confesión antes de la Primera Comunión es necesaria– y manifieste un deseo de corresponder mejor a lo que pide Jesús.
“Cuando preparaba su Primera Comunión noté a mi hijo más servicial y que hacía más esfuerzos en casa”, cuenta Florence. “Y cuando rezábamos juntos, era más exigente, más espiritual”.
Que el niño esté familiarizado con la misa dominical es también una condición necesaria. “Creo que mis cuatro niños estaban listos para comulgar desde el momento en que tomaron consciencia de la muerte de Jesús en la cruz por amor a nosotros, y de su resurrección como un gran mensaje de esperanza. Quizás no lo comprendían completamente con su edad pero lo integraron en su interior en ese momento”, recuerda Armelle.
En definitiva, EL criterio esencial sigue siendo la fe en la Presencia real: “Cuando el niño distingue entre el pan ordinario y el Pan eucarístico y es consciente de que hay un cambio real entre antes y después de la consagración –aunque visiblemente no pase nada–, entonces el niño puede comulgar”, recuerda el padre Rémi.
Por tanto, la clave no está en una cuestión de conocimiento, sino de fe, una fe infantil que a veces supera a la del adulto. Muchos tal vez opinan que los niños no son capaces de entender esto, de creerlo. ¡ Por favor, no subestimemos la gracia de Dios!
Marie Lucas