La crisis de los cuarenta es un fenómeno muy frecuente en nuestra sociedad y afecta tanto a hombres como a mujeres. Esta etapa de la vida genera muchas preguntas sobre la relación con los demás y sobre la seducción. Y no es inusual que la fidelidad dentro de la pareja se vea amenazada. ¿Cómo superar juntos esta crisis y encontrar serenidad en su relación?
En primer lugar, hay que tener en cuenta que el medio de la vida es una fase de transición, el final de una segunda adolescencia, una crisis del deseo en la que se experimenta la finitud humana. Se puede experimentar de manera diferente en la pareja, pero hay síntomas que no engañan, sin importar si usted es un hombre o una mujer. Son los siguientes: gran soledad de cara al otro, desilusión con respecto a nuestros límites y a los del cónyuge, dudas, desconfianza en su propia persona, período de depresión, falta de placer al hacer lo que siempre hemos hecho, indiferencia ante la vida, gran ambivalencia, dificultad para saber lo que queremos, aburrimiento, conciencia de la muerte, gran necesidad de interioridad… El cónyuge que experimenta esta crisis de crecimiento de mediana edad no se siente comprendido por su pareja, ya que tiene dificultades para comprenderse a sí mismo. ¿Cómo podemos entonces vivir la fidelidad en estos momentos de turbulencias, cuando a menudo es la hora del demonio del mediodía?
1. En primer lugar, aceptar esta crisis como un crecimiento, a pesar de un descenso hacia la noche.
2. Confiar en la vida que nos transforma y nos lleva a la madurez.
3. Esta crisis es una llamada a ofrecer nuestra presencia al cónyuge, a respetarlo en sus silencios y en sus palabras. De esta manera, vivimos la verdadera fidelidad al otro.
4. Encontrar el deseo profundo que nos hace vivir en lo más profundo de nuestro corazón, donde Dios habita, aunque todo muera.
5. Es una oportunidad para esta mediana edad, porque vamos hacia nosotros mismos, para saber mejor quién somos para entregarnos mejor, para amar, para ir hacia el otro. La fidelidad está ahí.
6. Para las mujeres, la crisis se experimenta en sus cuerpos que envejecen. Para el hombre, por la sensación de estar saturado, de abandonar la carrera. Y como ya casi no escuchamos los cumplidos del otro, el deseo de seducir y sentir las mismas emociones que al principio de una relación romántica se vuelve urgente. O bien rechazamos estas señales o las aceptamos luchando de manera positiva. La fidelidad dará aliento y ternura. Evitaremos huir en el placer, la novedad de una experiencia sexual extramatrimonial que sólo puede llevar a una mayor soledad, a una mayor confusión.
7. Compartir con su cónyuge es un gran signo de fidelidad: verbalizar lo que están viviendo, redefinir un proyecto común en relación con la realidad, con nuestros hijos adolescentes.
8. Aceptar al otro tal como es, sin preguntarle por lo que sólo Dios puede darnos en Jesús: paz, amor, oración interior, entrega.
9. La fidelidad de la pareja cristiana es vivir las crisis en la oración y el perdón. Por lo tanto, las crisis no dividen, lo cual es un riesgo frecuente.
10. La fidelidad nunca es un derecho. Volvemos a encontrarnos todas las mañanas. Al contraer matrimonio, uno renuncia a otras opciones. Como dice Jesús, uno se compromete a ser “enucleado” hacia cualquier otra persona que no sea su cónyuge. A los cuarenta años, ha llegado el momento de no esperar del otro lo que no puede dar. La vida de una pareja siempre es un riesgo y un desafío, el amor tiene este precio. De esta forma aprendo la tolerancia y la ternura hacia el otro, que es un misterio para mí, como yo pero diferente de mí. Todo se reduce a esta palabra del poeta francés del siglo XX, Patrice de La Tour du Pin: “Basta con ser”.
En este difícil camino de la crisis de la mediana edad, debemos conseguir descifrar todas las cosas buenas que componen la vida de nuestra pareja para poder decir a la otra persona después: “Esto es todo lo que hemos hecho juntos y te lo agradezco”. “Después de la crisis de la mediana edad, descubrimos otra felicidad conyugal y comprendemos cuánto nos satisface nuestra alma gemela.
Jacques Gauthier et Luc Adrian