Mi Primera Comunión la hice el 8 de diciembre de 1965, en la Iglesia san José de Colón, mi provincia natal, en Panamá. Aquella mañana luminosa nos arrodillamos un grupo de niños emocionados, frente al altar, con las manos juntas en devota oración, esperando al sacerdote que iba a darnos la santa comunión.
Regresé a mi puesto con la certeza de llevar conmigo al Hijo de Dios, a mi mejor amigo de la infancia. “No me abandones nunca Jesús”, le decía en mi inocencia y el gran amor que le tenía. Esa unión intima con Dios, marcó mi vida.
Por años recibí la sagrada comunión de rodillas en profunda reverencia y en la boca hasta que al crecer cambiaron algunas normas.
Los católicos hemos pasado algunos meses sin poder comulgar, por esta Cuarentena obligatoria. Nos hemos mantenido con la comunión espiritual que te da gracias, pero nunca será igual. Tenemos hambre de Dios. No sé si te ocurre como a mí, pero me da tanta ilusión comulgar de nuevo, que siento como si fuese a hacer mi Primera Comunión.
Cuánta emoción tener pronto, nuevamente, la cercanía de Dios, dejarlo habitar en mí, ser templo de Dios. Creo que hemos aprendido a valorar más la misa, el don gratuito que se nos da, ese regalo del cielo, inmerecido.
“¿O no sabéis que vuestro cuerpo es santuario del Espíritu Santo, que está en vosotros y habéis recibido de Dios, y que no os pertenecéis?” (1 Cor 6, 19)
Le pediré a Jesús la gracia de recibirlo con dignidad y amor, que me permita salir de aquella iglesia siendo un sagrario vivo, para llevarlo a los demás con mis palabras, actos y pensamientos.
Cuando comulgo me gusta recordar esta anécdota de san Luis Rey de Francia, hombre de oración quien nunca olvidó a los pobres. Se cuenta que su madre solía decirle de niño: “Te amo muchísimo, pero preferiría verte mil veces muerto, antes que saber que has cometido pecado mortal”.
En cierta ocasión asistió san Luis a Misa. Al salir, fue detrás de un campesino, un hombre muy pobre y humilde y se arrodilló delante de él. El campesino asustado preguntó a su rey por qué hacía aquello y por respuesta recibió: “Es que usted acaba de comulgar y lleva a mi Señor”.
Seamos sagrarios vivos, agradables a Dios. Que nos reconozcan por el amor. Y llevemos la Buena Nueva del Evangelio con entusiasmo y alegría.
“Viva Jesús Sacramentado”. “Viva la Iglesia Católica”.
Te pido un favor?
Si puedes visita a jesús en el Sagrario y dile que le quieres.
¡Cuánto habrá esperado tu visita!