No siempre hago lo que debiera. Esta semana, por ejemplo, descuidé mi oración personal. De pronto, las cosas empezaron a ir mal y no sabía qué hacer. Una de las virtudes de la oración devota, constante y frecuente es que te ilumina el alma y te ayuda a discernir y encontrar los mejores caminos. Esto lo he comprobado cientos de veces.
A todo el que me pregunta qué hacer en medio de esta cuarentena le respondo lo mismo, le doy la misma respuesta: “Persevera en la oración. No dejes de rezar a pesar de todo lo que pase. Tú reza. Y Dios te escuchará”.
Para mí, la oración es estar en la dulce presencia de Dios. Necesitamos más que nunca, estar con Dios, en medio de nosotros, para poder salir adelante, yo lo sé bien.
Esta mañana me senté a reflexionar un rato mientras tomaba un poco de sol y me percaté lo fácil que uno se desanima con este encierro obligatorio y va dejando a un lado la oración.
Sin la oración estamos perdidos. Sabiendo esto, es mi primer consejo: “REZA”.
Luego lee un buen libro, haz un emprendimiento y disfruta los pequeños momentos de la vida que son irrepetibles.
La vida es corta y cada instante debe ser vivido a plenitud.
Sé que estamos cansados, yo lo estoy, y te preguntas cuándo veremos la luz al final del túnel.
Yo creo que no importa los difícil que sea la circunstancia que estás viviendo, debes confiar en Dios siempre. Él tendrá su propósito para nosotros, un camino que no conocemos.
Dios siempre nos sorprende. Él es así. Es un padre extraordinario, siempre está pendiente de nuestras necesidades físicas y espirituales y quiere lo mejor para ti, como cualquier padre.
Me da mucha ilusión pensar en Dios sobre todo en momentos como los que estoy viviendo en los que arrecian las tentaciones, la sequedad espiritual y las dudas. Te preguntas mucho: “¿Por qué estamos viviendo esto?”
Tenemos todo tipo de dificultades y nuestra frágil fe se tambalea.
Alguien me dijo sabiamente que esto es “la poda de Dios”. Él, como el buen jardinero que poda una planta para fortalecerla y que sus ramas crezcan más fuertes, a veces poda al hombre y es cuando vienen estos momentos difíciles. Me parece haber leído en Eclesiástico: “Si te has decidido a servir al Señor, prepárate para la prueba”. Nunca Imagine que fuera una prueba tan difícil, tan fuerte, que me golpeara tanto y la verdad no estaba preparado.
Cuando rezo, me siento lleno de paz, sereno, tranquilo y puedo salir adelante.
Sí hoy me pidieses un consejo te daría éste: “Por nada del mundo abandones la oración”.
Dios te bendiga.