Creo que alguna vez te lo he contado. Pasaba las vacaciones del verano junto a mis hermanos en casa de mi abuela en Costa Rica. Todos los que han tenido la oportunidad de crecer junto a sus abuelos saben lo fuerte que es esta influencia y como te marca la vida.
Bajando las escaleras al fondo tenía un cuadro muy antiguo del sagrado Corazón de Jesús. Te impresionaba porque cuando lo mirabas sentías que te seguía con su mirada. Pero era una mirada dulce y tierna, como si te dijera: “¿Me amas Claudio?”.
Era sólo un niño y no podía imaginar cómo le ofendía la humanidad. Mi lógica me indicaba que todos los amaban. No conocía las historias de sus apariciones a santa Margarita María de Alacoque. Al crecer tomé gusto por la lectura de libros religiosos, sobre todo las biografías de los santos. Me gustaba saber cómo lograron llegar a esos grados tan altos de santidad en un mundo como éste.
“¿Quién puede ser santo?”, me preguntaba.
Creo que san pablo pensaba en todos nosotros cuando escribió las epístolas a los Romanos,
“Pues bien sé yo que nada bueno habita en mí, es decir, en mi carne; en efecto, querer el bien lo tengo a mi alcance, mas no el realizarlo, puesto que no hago el bien que quiero, sino que obro el mal que no quiero. Y, si hago lo que no quiero, no soy yo quien lo obra, sino el pecado que habita en mí.” (RM 7, 18-20)
¿Por tanto quién puede ser santo? La respuesta siempre termina siendo: “Todos”… “Tú, yo, ellos”. Porque estamos llamados a la santidad. Creo que bastaría amar un poco más. Llenar el mundo de amor. Que se nos reconozca porque amamos. Tal vez así consolaríamos al sagrado Corazón de Jesús.
Me impresionan estas palabras que le dijo Jesús el 16 de julio de 1675:
“He aquí el Corazón que tanto ha amado a los hombre y que no ha ahorrado nada hasta el extremo de agotarse y consumirse para testimoniarles su amor. Y, en compensación, sólo recibe, de la mayoría de ellos, ingratitudes y desprecios. Pero lo que más me duele es que se porten así los corazones que se me han consagrado. Por eso te pido que el primer viernes después de la octava del Corpus se celebre una fiesta especial para honrar a mi Corazón, y que se comulgue dicho día para pedirle perdón y reparar los ultrajes recibidos. También te prometo que mi Corazón se dilatará para esparcir en abundancia su divino amor sobre quienes le hagan ese honor y procuren que se le tribute.”
Me he pasado reflexionando en ello. No dejo de sorprenderme:”¿Cómo puede alguien no amarte buen Jesús?”
Me pasaré el día saludándolo con bellas jaculatorias, sobre todo ésta que tanto le agrada:
“Sagrado Corazón de Jesús, en Vos confío”.
¿Quieres consolar al Corazón de Jesús? Él clama por tu amor.
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¿Conoces las promesas del sagrado Corazón de Jesús?