¿Nunca te has cansado de la vida como la llevas? ¿Has pensado cambiar? ¿Hacer algo diferente?
Nuestro buen Dios es el Dios de las oportunidades. De la Misericordia y el Amor.
Me encanta saber que es mi Padre, nuestro Padre.
Últimamente siento la necesidad de pasar más ratos en su dulce presencia, recibiendo gracias. La oración y la lectura y meditación de la santa Biblia son los medios más sencillos que encontré. Por eso procuro mantenerme en oración y cuando me siento a escribirte estas reflexiones le pido:
“Dulce Jesús mío, ilumíname, convierte mi trabajo en oración”.
Busco oraciones que me motiven a buscarlo y amarlo más.
Una en particular me ha sorprendido y procuro rezarla, pidiendo a Jesús la gracia de la humildad, que tanta falta me hace, del amor, ya que amo tan poco y sobre todo lograr, que lo reconozcan y sientan su presencia con mi ejemplo. Que mis palabras sean de concordia, que perdone con facilidad. Que cambie mi actitud y viva el Evangelio.
Me falta tanto. Salgo a la calle y tan pronto un auto se me cruza, me molesto. Cuesta amar en un mundo tan indiferente como el nuestro. Por ello debemos esforzarnos en hacer la voluntad de Dios y cumplir sus preceptos. Dios no da imposibles. ¡Puedes hacerlo!
Lo sé, pasas un mal momento. No te preocupes. Dios va contigo. Nunca te abandona.
Ahora juntos recemos esta bella oración. Y pongamos en práctica el Amor. Irradiemos a Cristo a los demás.
ORACIÓN PARA IRRADIAR A CRISTO
(cardenal John Henry Newman)
Amado Señor,
ayúdame a esparcir tu fragancia donde quiera que vaya.
Inunda mi alma de espíritu y vida.
Penetra y posee todo mi ser hasta tal punto
que toda mi vida solo sea una emanación de la tuya.
Brilla a través de mí, y mora en mí de tal manera
que todas las almas que entren en contacto conmigo
puedan sentir tu presencia en mi alma.
Haz que me miren y ya no me vean a mí sino solamente a ti, oh Señor.
Quédate conmigo y entonces comenzaré a brillar como brillas Tú;
a brillar para servir de luz a los demás a través de mí.
La luz, oh Señor, irradiará toda de Ti; no de mí;
serás Tú quien ilumine a los demás a través de mí.
Permíteme pues alabarte de la manera que más te gusta,
brillando para quienes me rodean.
Haz que predique sin predicar, no con palabras sino con mi ejemplo,
por la fuerza contagiosa, por la influencia de lo que hago,
por la evidente plenitud del amor que te tiene mi corazón.
Amén.
……….
“Señor, ¿qué quieres de mí?” ¿Te lo has preguntado?
¿Tienes inquietudes en esta vida?
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