El cansancio, un mal de las parejas de hoy

Santi Casanova - publicado el 24/05/20

No te voy a decir que vivir en pareja adelgace, porque no es así, pero sí es verdad que la vida en pareja consume energía. ¿Conclusión? Como te pille cansado o cansada, prepárate para cierta “inestabilidad atmosférica”.

Esther Perel, psicoterapeuta especialista en terapias familiares y de pareja, con consulta privada en Nueva York, no duda en afirmar que “hoy en día, las parejas están demasiado ocupadas, demasiado estresadas, demasiado implicadas en la crianza de los hijos y demasiado cansadas para el sexo”. Lo afirma nada más comenzar la introducción de su best seller mundial “Inteligencia erótica” del año 2007. Y yo diría más: demasiado cansadas para hablar, demasiado cansadas para salir, demasiado cansadas para rezar, demasiado cansadas, incluso, para afrontar los momentos de dificultad que aparecen en toda relación.

El cansancio es uno de los mayores enemigos externos para toda pareja. Y, claramente, tenemos un problema aquellos que vivimos en una sociedad que nos impone unos horarios exigentes de trabajo, una movilidad cada vez más costosa en las grandes ciudades, un sinfín de actividades para ocupar a los hijos, un ocio sobresaturado de actividades y la sensación de que uno no se puede bajar de este tiovivo que no se para nunca.

Conversando alguna vez con mi madre, cuando yo estaba a punto de casarme, ella me explicaba que pocas veces había discutido con mi padre antes de la llegada de los hijos. Los hijos lo complican todo. Pero no por ellos mismos, ¡no! Los hijos son parte del sentido de una vida matrimonial, son la alegría de una casa y vienen a complementar una vida familiar intensa. ¡Es el cansancio! Es el sueño que uno empieza a adeudarle a su vida, es el tiempo de pareja que comienza a escasear, es el monopolio de las conversaciones, es la pérdida de pasión muchas veces en la vida sexual… Y todo se tiñe de gris.

Por eso es importante detectar con agudeza este cansancio que nos consume, hacernos conscientes de él y ponerle remedio en la medida de nuestras posibilidades. Y aunque una vida familiar es exigente, se pueden buscar caminos que ayuden a llevarla con éxito.

  • Uno de los primeros asuntos importantes es tomar conciencia de nuestro cansancio. Es importante preguntarnos, cuando discutimos en casa, cuando hay nervios, cuando se escapa algún grito… si se debe al cansancio. Tomar consciencia de eso también nos ayuda a relativizar ciertas cosas y a no hacer cargar con la culpa al otro.
  • Es importante que la pareja busque tiempo para ella. Hay que obligarse. Alguna cena fuera de casa. Alguna película o serie cuando los niños ya están acostados. Alguna salida al cine, o al museo, o con los amigos o, simplemente, a pasear un rato. Los hijos también tienen que aprender que toda historia de amor necesita sus tiempos y sus cuidados. El amor no se sostiene simplemente a base de voluntad y convicciones. Necesitamos detalles y momentos especiales. Y tiempo para el sexo, mimo para que no acabe siendo una actividad más en la agenda por eso de no pasar semanas sin un rato juntos en la cama. Porque cansados, es fácil caer en los extremos: o no tener ganas nunca de hacer el amor o, por el contrario, convertirlo en un mero desfogue que me ayude a descargar tensiones.
  • El trabajo tiene que acabar en algún momento. La familia necesita tiempo. Los niños, paciencia y juegos. Es necesario saber parar y poder dedicarse en cuerpo y alma al hogar en los ratos necesarios. No siempre es fácil pero hay que intentarlo. Difícil ser paciente, empático, tierno… cuando uno está agotado. El cansancio empuja el egoísmo: me lleva a pensar en lo que yo necesito.
  • Busca hobbies personales y tiempo personal que te ayude a desconectar. Somos uno, sí, pero no perdamos de vista que la pareja debe procurar también el bienestar de cada uno de sus miembros. Somos diferentes y cada uno tiene sus necesidades, sus tiempos, sus resortes y no es malo tener algún espacio o tiempo para la lectura personal, para hacer deporte, para dedicarlo a algo que me gusta y me construye. Una ducha, larga, pausada, a la luz de unas velas y con música relajante… ¡qué bien viene de vez en cuando!
  • Por último, no caer en la trampa de la tecnología y la televisión. El cansancio nos atrofia la capacidad para discernir aquello que es mejor para nosotros. El cansancio nos lleva a comer con desenfreno, muchas veces, y, también, a enfrascarnos en internet o en la tele sin mayor propósito de darle al cerebro un descanso intelectual que necesita. Y gastamos horas preciosas simplemente en ver lo que encuentro, en navegar de aquí para allá, en visionar vídeos absurdos o en jugar compulsivamente.

Cualquier vida en pareja o familiar que se precie es intensa y agotadora, muchas veces. Pero el agotamiento propio de una vida entregada al amor no es lo mismo que este cansancio traicionero propio de una vida saturada por imperativo legal. Ánimo y a por ello. Lo agradecerás.

Un abrazo fraterno – @scasanovam

¿Te ha gustado leer este artículo? ¿Deseas leer más?

Recibe Aleteia cada día.

Apoye Aleteia

Usted está leyendo este artículo gracias a la generosidad suya o de otros muchos lectores como usted que hacen posible este maravilloso proyecto de evangelización, que se llama Aleteia.  Le presentamos Aleteia en números para darle una idea.

  • 20 millones de lectores en todo el mundo leen Aletiea.org cada día.
  • Aleteia se publica a diario en siete idiomas: Inglés, Francés, Italiano, Español, Portugués, Polaco, y Esloveno
  • Cada mes, nuestros lectores leen más de 45 millones de páginas.
  • Casi 4 millones de personas siguen las páginas de Aleteia en las redes sociales.
  • 600 mil personas reciben diariamente nuestra newsletter.
  • Cada mes publicamos 2.450 artículos y unos 40 vídeos.
  • Todo este trabajo es realizado por 60 personas a tiempo completo y unos 400 colaboradores (escritores, periodistas, traductores, fotógrafos…).

Como usted puede imaginar, detrás de estos números se esconde un esfuerzo muy grande. Necesitamos su apoyo para seguir ofreciendo este servicio de evangelización para cada persona, sin importar el país en el que viven o el dinero que tienen. Ofrecer su contribución, por más pequeña que sea, lleva solo un minuto.