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"Llegué a la fe desde el escepticismo". Profesor de filosofía en Estrasburgo, tiene gusto por la reflexión, la transmisión y la búsqueda de la verdad. Tomás, de 43 años, será bautizado el 19 de abril en la iglesia Saint-Urbain de Neudorf. Gran lector, apasionado por la historia, la arqueología, la ciencia y las artes, está casado y es padre de un niño de 5 años. Proveniente de una familia que describe como "en parte culturalmente católica, pero en realidad más bien agnóstica, y en parte ferozmente hostil a la religión y al catolicismo", su próximo bautismo es el fruto de "un largo viaje intelectual".
Siempre impulsado por mil y una preguntas, su curiosidad lo llevó durante muchos años a estudiar religiones, desde el judaísmo al islam, pasando por el budismo y el taoísmo. En aquella época, todavía consideraba la fe cristiana como "una bonita filosofía de vida", relegando a Jesús al rango de "gran sabio o filósofo".
"Para mí fue una espiritualidad entre otras, así como una filosofía puede compararse con otras", reconoce. Fue a través de la lectura de teorías escépticas que descubrió el cristianismo. Pero de repente, el joven filósofo no está nada convencido. Me di cuenta de que muchas de estas teorías eran muy malas, como si quisieran eludir la verdad. Las hipótesis alternativas me parecieron mucho más débiles de lo que se suele presentar. Muchas pistas convergentes apuntaban a algo real. Comprendí que era mucho más sólido de lo que me habían presentado y que el cristianismo primitivo tenía una realidad histórica, que no era simplemente un conjunto de leyendas. Continúa: "Lo decisivo fue preguntarme cuál era el corazón del cristianismo, el punto sobre el que descansaba todo el edificio. Y ese punto es la Resurrección. En eso se basa el cristianismo".
Siempre pensé que el único Dios ante el que podía arrodillarme y rendirle homenaje sería aquel que estuviera al mismo nivel que la humanidad. Y eso solo lo encontré en el cristianismo.
Su curiosidad lo despertó y se sumergió en la lectura y devoró libros sobre apologética cristiana, desde Gary Habermas hasta Matthieu Lavagna y Pinchas Lapide. “Nunca habría podido entrar en la fe por medios puramente emocionales: no confío lo suficiente en mis intuiciones y necesito tener elementos que las corroboren”.
A medida que leía, descubrió un rostro de Dios completamente diferente, lejos del Dios lejano e inaccesible en majestad. Un Dios compatible con su pensamiento filosófico. "Me di cuenta de que la imagen de Dios que tenía estaba invalidada. Quien se manifiesta a través del rostro de Cristo es infinitamente más verdadero, más bello y más digno de ser amado que todas las caricaturas que transmiten los ateos y los mismos cristianos", explica.
Y añade: "Descubrí un ser que no era trascendente ni distante, sino que se unía a nosotros en nuestra humanidad. Siempre me había dicho que el único Dios ante el que podía arrodillarme y a quien podía rendir homenaje sería aquel que se pusiera al mismo nivel que la humanidad. Y solo lo encontré en el cristianismo".
Cree con el corazón y la razón
Para Tomás, la emoción llega después, cuando comprende lo que implican la Encarnación y la Pasión. "No podría haber seguido mi corazón si mi razón no estuviera de acuerdo, y no podría haber seguido mi razón si mi corazón no estuviera de acuerdo." Y para citar esta frase de san Agustín que parece hecha a su medida: "Hay que comprender para creer; y creer para comprender".
Conquistado, pero aún rebosante de preguntas, se sumergió en los Evangelios, las epístolas y los comentarios, impulsado por un único pensamiento: "Necesito ser coherente. Así que, si descubro que algo es verdad, que lo sé y lo siento, debo llegar hasta el final". Impulsado por la convicción de haber encontrado la Verdad, pidió el bautismo y luego se unió a un grupo de catecúmenos, que le aportaron algo más, esta vez a nivel humano.
¿Qué cambia la fe en la vida de uno? “La relación que tengo con los demás y con mi propia vida interior”, afirma. "Presto más atención a mis intenciones y trato de ajustarme a lo que Cristo propuso. Es un trabajo de atención. Antes, seguía mi inclinación natural, mis hábitos. Mis seres queridos me dicen que he cambiado, que soy más conciliador, más comprensivo".
Para él, el bautismo es "el sacramento, pero también el acto de conversión, que debe realizarse de nuevo cada día". ¿Cuál es la diferencia entre la verdad filosófica y la verdad cristiana? “En filosofía reside en la dialéctica; es decir, en ideas y conceptos que se comparten”, responde nuestro futuro bautizado. En el cristianismo, es una persona, el Verbo encarnado, la Palabra hecha carne. Y parece que finalmente la ha encontrado.

