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Quizá estás pecando de avaricia y no te has dado cuenta

Te dejas llevar por la avaricia y no lo sabías
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Mónica Muñoz - publicado el 28/03/25
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En un mundo tan materialista es poco probable pensar en la avaricia como pecado, pero a causa de ella se cometen muchas injusticias que quizá desconozcas

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Vivimos en un mundo que juzga a las personas por lo que tienen y no por lo que son. Entre más objetos y dinero acumulan más importante se les considera. Y viven para alcanzar un nivel económico que quizá les dé satisfacciones -efímeras, por supuesto-, pero cometiendo injusticias y cayendo en el pecado de avaricia, tal vez sin darse cuenta.

El décimo mandamiento

Si recordamos bien los mandamientos de la Ley de Dios, vendrá a la memoria el décimo mandamiento que dice a la letra: "No codiciarás los bienes ajenos". En el Catecismo de la Iglesia católica lo encontramos de la siguiente manera:

«No codiciarás [...] nada que [...] sea de tu prójimo» (Ex 20, 17).

«No desearás su casa, su campo, su siervo o su sierva, su buey o su asno: nada que sea de tu prójimo» (Dt 5, 21).

Y también cita la sentencia del Señor Jesús que es un aviso claro sobre lo verdaderamente importante:

«Donde [...] esté tu tesoro, allí estará también tu corazón » (Mt 6, 21).

La avaricia

Ahora bien, nos explica el Catecismo lo que se prohíbe en este precepto:

El décimo mandamiento prohíbe la avaricia y el deseo de una apropiación inmoderada de los bienes terrenos. Prohíbe el deseo desordenado nacido de la pasión inmoderada de las riquezas y de su poder. Prohíbe también el deseo de cometer una injusticia mediante la cual se dañaría al prójimo en sus bienes temporales.

Por supuesto, no se condena el querer progresar, es más el mismo Catecismo dice que "No se quebranta este mandamiento deseando obtener cosas que pertenecen al prójimo siempre que sea por medios justos" (CEC 2537).

Lo que está mal es desear obtenerlos con injusticias y promoviendo la desgracia ajena.

La avaricia conduce a la envidia y al robo

Por otro lado, puede ser que en nombre de tener una mejor vida, estemos pecando de avaros y codiciosos y quizá hasta robemos sin darnos cuenta. Porque el avaro es un ladrón. ¿Cómo es posible eso?

Pregúntate si tienes algunas de estas actitudes:

Buscas a toda costa tener una vida que no va acorde con tus ingresos y te sientes frustrado porque tus amigos sí pueden permitirse lujos, por eso te gustaría que tampoco ellos pudieran gozarlo.

Compras ropa, zapatos, artículos electrónicos y muchos objetos que no necesitas, solo por moda o por darte un gusto porque "para eso trabajas".

No ayudas económicamente a tus padres.

Te endeudas sin pensar en cómo pagarás, afectando tus finanzas.

No pagas tus deudas.

Trabajas en exceso, incluso los domingos, robando ese tiempo a tu familia y a Dios.

No cierras tu negocio o no dejas de trabajar aunque estés enfermo, robando tu salud y tu descanso.

No eres caritativo con quienes tienen menos aunque en esta vida solo seamos administradores de nuestros bienes.

Este mandamiento es muy extenso, pero si lo analizamos llegaremos a la conclusión de que un buen examen de conciencia nos ayudará a reconocer que estamos pecando contra el mandamiento más importante: "Amarás a tu prójimo como a ti mismo".

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