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Volvemos a recomendar otra película cuyo argumento gira en torno a una desaparición. En el caso de Fancy Dance, título que alude a un baile tribal del pow-wow (reunión de pueblos nativos de Norteamérica), la búsqueda le sirve a su directora para explorar otras temáticas: los vínculos familiares entre mujeres, la capacidad de supervivencia en las reservas y la desatención por parte de las autoridades hacia los indígenas.
Éste es el primer filme de Erica Tremblay, cineasta nativa especializada hasta ahora en series y cortos documentales. Si uno espera una trama de suspense al estilo de Fargo o de True Detective probablemente se decepcionará. Sí, hay cierto suspense, pero en dosis mínimas. Porque lo que le interesa a la directora es mostrarnos cómo viven y sobreviven las mujeres de las reservas. Cuando una de ellas desaparece y se lo comunican a las autoridades, la policía no investiga mucho y el FBI ni se molesta.
Jax (Lily Gladstone, nominada al Oscar por Los asesinos de la luna de Martin Scorsese) se dedica a recorrer bares, calles y tugurios mostrando un cartel donde figura la fotografía de su hermana, Tawi, y el aviso “MISSING”. Algunos la han visto, pero ya hace tiempo; otros se mofan; muchos no la reconocen o prefieren no hacerlo. Al desaparecer Tawi, su hija Roki (Isabel Deroy-Olson) ha quedado a cargo de Jax. Tía y sobrina se mueven por las inmediaciones de la reserva de la tribu Seneca-Cayuga entre la estafa y el hurto.

Casi todo lo que hace Jax es cuestionable: comete delitos menores y tiene antecedentes por venta de droga, algo que ya ha abandonado. Lo interesante es que, pese a esa vida, Lily Gladstone se las arregla con su interpretación para que el espectador sienta cierta simpatía por su personaje. Porque Jax vive en un entorno en el que las cosas no son fáciles para una mujer, y además debe encargarse de cuidar a su sobrina.
Durante el metraje nos van mostrando el resto de sus relaciones familiares. La madre de las hermanas murió hace tiempo. El padre, Frank (Shea Whigam, secundario habitual del cine contemporáneo), se casó con una mujer blanca tras su viudez. Y también está un hermanastro que trabaja como policía tribal y que trata de arreglar las relaciones tensas entre Jax y Frank.
La esperanza entre mujeres que no se rinden

Jax promete a su sobrina que la llevará a bailar al pow-wow, una danza que ellas jamás se pierden, y le asegura que su madre estará allí. El pow-wow se convierte, así, en el foco de la esperanza: esperanza porque quizá Tawi aparezca en esa reunión que rinde culto a las tradiciones; esperanza porque simboliza los vínculos materno-filiales; esperanza porque significa que la familia seguirá unida. En esa asamblea se honra también a quienes murieron o desaparecieron del mapa. Es, por tanto, el elemento clave del filme. Hay un momento de la cinta en la que otra india aconseja a Jax que abandone la búsqueda. Jax responde: “Conociste a mi madre. Sabes que nunca nos rendimos”. En su lengua ella no sólo es la hermana de una desaparecida, sino también “la otra madre” de su sobrina: eso es lo que significa “tía” para ellas.
A Tremblay, en realidad, le importa más la relación familiar que el suspense originado por las pistas en torno al paradero de Tawi: por ejemplo en la secuencia en la que Roki, de 13 años, despierta en mitad de la noche a Jax para decirle que acaba de tener su primera menstruación y necesita su ayuda. Entre ambas crean ese vínculo que va incluso más allá de lo familiar y que implica amistad, confianza y afecto materno-filial. Y es aquí donde vemos la mirada de una mujer tras la cámara: quizá un hombre se hubiese preocupado más por introducir escenas de acción y violencia para que el producto final fuera más próximo al thriller que al drama.
En los filmes sobre desaparición suelen contarnos ficciones de padres e hijos y de maridos y esposas. Aquí, en cambio, hay un giro porque nos cuentan la historia de una mujer en busca de su hermana que, además, tiene que ejercer de madre ante la oposición de los organismos oficiales, que pretenden quitarle la custodia por culpa de sus antecedentes penales. Es una ópera prima notable. No excepcional, pero sí notable.

