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Karla, a sus 30 años, decidió bautizarse para vivir como hija de Dios

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Yohana Rodríguez - publicado el 23/03/25
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"Yo te bautizo en el nombre del Padre, del Hijo y del Espíritu Santo". A lo largo de la Cuaresma, Aleteia cuenta las historias de estos hombres y mujeres felices de convertirse en hijos de Dios. Hoy, Karla cuenta su experiencia de conversión y su llamado a ser bautizada

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“Si me hubiera bautizado desde el inicio, a lo mejor no estaría tan cerca [de Dios] como lo estoy ahora”, comenta Karla, que en esta Cuaresma recibió el bautismo, después de mucho esperar. Ahora se prepara para vivir su primera Pascua como hija de Dios.

Karla Hernández vivió uno de los momentos más felices de su vida al haber aceptado a Jesús. A sus treinta años, pronunció las palabras “sí, renuncio a Satanás” un domingo de Cuaresma, frente a su familia y amigos. 

Sus padres, a pesar de ser bautizados católicos, no llevaban una vida practicante, por lo que nunca le hablaron de religión.

En busca de Cristo

Karla siempre había sentido la necesidad de conectar espiritualmente. Se adentró en el mundo de la meditación y el yoga buscando encontrar esa conexión. 

Todo empezó a cambiar cuando, a los 28 años, conoció a su prometido, Omar. Él le platicó que anteriormente se había alejado de la Iglesia Católica, pero a raíz de una fuerte experiencia que vivió en Marruecos, en plena pandemia por Covid, tuvo que recurrir al Creador. “Me dijo que en ese momento se olvidó de todo: la espiritualidad, la meditación y todo. Volvió a hablar y a creer en Dios”. A ella le impactó tanto su testimonio y su vida como católico que empezó a acompañarlo a horas eucarísticas y apostolados.

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Cuando cumplieron dos años de noviazgo, Omar le propuso matrimonio, pero él le comentó que le gustaría casarse por la Iglesia Católica. Ella, sabiendo que no estaba bautizada, se comprometió a realizar los sacramentos, por lo que buscó a su amiga Iliana para que le ayudará a hacer el trámite.

“El primer día después de que nos comprometimos fuimos a una hora santa. Oraron por nosotros, por nuestro matrimonio. Sentí tan bonito que empecé a llorar. Se me salían las lágrimas. Ese día le dije a mi novio que sentí el recibimiento”.

No fue un proceso sencillo para Karla, aunque empezaba a sentir a Dios en su vida, también llegó un momento en donde no sabía si ella estaría haciendo lo correcto al abrazar la fe, siendo que aún no estaba completamente convencida de bautizarse. Su novio Omar la animó para que siguiera adelante y continuaron yendo a Misas, adoraciones y encuentros.

Poco a poco fue construyendo una vida de oración, motivada por los gestos espontáneos de su novio y las horas eucarísticas a las que asistía. Incluso, cuenta que vio la serie “Los Elegidos”, movida por la inquietud de saber más de Jesús.

Su amiga Iliana, ahora su madrina, la llevó a pláticas con distintos sacerdotes para prepararla para recibir los sacramentos, pero por causas ajenas a ella, la fecha de su bautismo tuvo que retrasarse. 

“Le dije a mi novio, ‘¿sabes qué? Ha habido muchas trabas porque se supone que yo me bautizaba desde el año pasado’. Me decía mi amiga: ‘Es el diablo que no quiere que te bautices y está poniendo trabas’. Para ese punto yo ya quería de verdad bautizarme”.

Tuvo que recorrer varias iglesias católicas hasta encontrar a un sacerdote que accediera a administrarle los sacramentos en marzo. Cuando por fin encontró uno y fijaron una fecha para la celebración, sintió gran alegría.

Su bienvenida como hija de Dios

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Karla describe con felicidad el día de su bautismo. Llegó al templo y, al percatarse de que iba a ser la única que se iba a bautizar, sintió un poco de pena, pero también de orgullo, al saber que lo hacía por amor. “En mi bautismo, sentí la misma emoción que cuando fui al Santísimo la primera vez, sentía que se me iban a salir las lágrimas”.

Después pronunció su renuncia a Satanás para darle la bienvenida a Dios en su corazón y, cuando se acercó a la pila bautismal, mientras caía el agua sobre su frente, le dio gracias al Señor por haberle dado la oportunidad de conocerlo. 

En esa celebración también hizo su Primera Comunión y Confirmación. Al recibir el cuerpo de Cristo, se llenó de alegría. Se sentía bienvenida, perteneciente a un hogar.

Al acabar la celebración, su madre le dijo lo orgullosa que estaba y lo sorprendida de ver el cambio en su vida y el compromiso con la iglesia; ahora podía abrazarla no solo como su hija, sino como hija de Dios. 

Su hermana, que tiene dos hijas pequeñas, sin bautizar, también se acercó y le dio una gran noticia: “Me dan ganas de bautizarlas y que tú seas su madrina”.

Una nueva vida como católica

Este gran amor que ahora conoce y recibe de Dios lo quiere llevar a su futuro matrimonio y sus hijos. Ahora vive en la verdad y le gustaría que los demás se animaran a hacerlo, como lo ha hecho ella.

“Yo ahora que lo veo, siento que me tardé. Digo: ¿cómo no lo hice antes?”

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