Abimael Díaz, viajó a Estados Unidos con el propósito de hacerle la vida imposible a su padre y terminó sirviendo a Dios en el apostolado y en la remodelación de la iglesia
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Cuando nos dejamos quebrantar en los brazos de Dios y le compartimos nuestra carga, Él hace obras maravillosas en nosotros. Este es el caso de Abimael Díaz, quien a pesar de las heridas y los retos de la vida, tuvo un inesperado encuentro con Cristo después de una fractura en un partido de Soccer.
Abimael lleva 28 años viviendo en Estados Unidos, país al que migró con tan solo 15 años. Se llevó una mochila y un propósito en particular: hacer imposible la vida de su padre, quien tiempo atrás lo había abandonado.
El río de la infancia
"Nací en un pueblito de Guerrero, lugar donde pasé los mejores años de mi infancia, al lado de mis dos hermanas y mi mamá. Recuerdo que sentía que podía conectarme con todo a mi alrededor, especialmente el río, al cual extraño con todo mi corazón".
Durante su infancia, su padre decidió irse de la casa y deslindarse de toda su familia. Desde ahí, Abimael guardó un profundo resentimiento contra él. Hasta que un día sus abuelos paternos lo separaron de su familia y lo llevaron a vivir con ellos. Tiempo después, su tío llegó a avisarle: "Tu papá me mandó por ti y te voy a llevar con él a Estados Unidos".
Impresionado por la noticia, emprendió un viaje a lo desconocido, incluyendo el idioma. Luego de viajar a Tijuana en avión, fue momento de encontrarse con uno de los llamados "coyotes", quienes guían a la gente para cruzar la frontera. El coyote les dijo que esa misma noche iban a cruzar.
Con temor, Abimael cruzó la frontera por un hueco que los mismos coyotes habían preparado. Al pasar al otro lado de la frontera, uno de los coyotes les dijo a él y a los otros jóvenes que la meta era correr para llegar a un McDonald's que se veía a lo lejos.
"Ahí corrí sin mirar atrás", señaló entre risas Abimael. Al llegar, vio que su padre lo estaba esperando en su auto; sin embargo, llegó Border Patrol (Seguridad fronteriza) a rodearlos, por lo que él y otros adolescentes pasaron cinco horas más dentro del restaurante de comida rápida.
Finalmente, lograron salir con ayuda de otro guía y librarse de retén de seguridad. Logró estar con su padre y su nueva familia. A partir de ahí, Abimael se enfrentó a grandes retos: un idioma desconocido, trabajo desde muy joven y al alcoholismo de su padre, que incluso los llevó a mudarse a otras ciudades y a dormir en su coche.
El gol de fe, que transformó su vida
Courtesy of Abimael | Karen Hutch
El deporte favorito de Abimael es el fútbol, por lo que cada domingo se levantaba temprano para ir a jugar. En uno de los partidos, uno de los jugadores lo empujó de tal forma que se fracturó la clavícula en tres pedazos.
Entre enojo y dolor, acudió al hospital donde le dijeron que necesitaba una cirugía. Lo cual implicaba dejar de trabajar durante la recuperación de seis meses. Esa fue la primera vez que recordó a Dios y le pidió que lo ayudara.
"Al otro día me mandaron con un especialista y al llegar a un hospital de Los Ángeles, inicié mi encuentro con Dios. Cuando el médico entró, dijo mi nombre y es algo que todavía no lo puedo borrar, porque yo vi al mismo Jesús. Cuando entró y dijo mi nombre, añadió: No te preocupes, todo va a estar bien".
¿Qué no estoy yo aquí que soy tu madre?
Un día, antes de ir con el especialista, su esposa le dijo que quería llevarle unas rosas a la Virgen de Guadalupe, pero antes de dejarle las rosas, su esposa sostuvo una de ellas y la llevó a la clavícula de su esposo, pidiéndole a la Guadalupana por su curación. Sus plegarias que fueron respondidas, pues el médico le dijo que no necesitaría cirugía y pronto se recuperó.
Edificando la Iglesia de Cristo
Courtesy of Abimael | Karen Hutch
Gracias a esa grave fractura Abimael decidió acercarse a la Iglesia, sanar y aceptar la misión de Dios: guiar el grupo de jóvenes, donde varios jóvenes se acercan pidiendo su consejo, así como organizar, año tras año, el Viacrucis viviente, que ahora es bilingüe y finalmente reconstruyendo la casa de Dios.
Con su profesión, ahora remodela la Iglesia de St. Clare of Assisi, misma que lo acogió y que ahora remodela las escaleras y el altar de la Virgen de Guadalupe, lugar donde su esposa y él oraron.
A la comunidad hispana
Finalmente, dio un mensaje a toda la comunidad hispana diciendo: "Nunca dejen de sonreír, a pesar del trato diferente que puedan recibir por ser hispanos, porque el amor lo vence todo".
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