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¿Qué le digo a Dios? ¡A rezar las oraciones de Jesús!

Qué le digo a Dios
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Patricia Navas - publicado el 21/03/25
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Descubre, en los Evangelios, las palabras llenas de confianza con las que el Jesús, el Hijo, le habla al Padre, para que a la hora de rezar sea más sencillo para ti

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¿Te ha pasado que quieres rezar a Dios y no sabes qué decirle o cómo hablarle? Los Evangelios de la Biblia ofrecen respuestas. Recogen indicaciones precisas para orar: Jesús invita a hacerlo “en lo secreto” (no en los templos ni en las plazas para ser vistos por los hombres) y sin adornos ni repeticiones vacías.

Y recuerda que el Padre ya “sabe lo que necesitas antes de pedírselo”.

Pero además los Evangelios incluyen las mismas palabras con las que Jesús le hablaba a su Padre desde el corazón. Descúbrelas, rézalas tal cual Él las pronunció, memorízalas. Deja que el Hijo vuelva a pronunciarlas en ti de una manera nueva.

Bendición

Hay una sencilla bendición que recogen dos evangelistas, Mateo (11, 25) y Lucas (10, 21). Jesús la rezó en un arrebato de felicidad.

“Yo te bendigo, Padre, Señor del cielo y de la tierra, porque has ocultado estas cosas a sabios e inteligentes, y se las has revelado a pequeños. Sí, Padre, pues tal ha sido tu beneplácito”.

Agradecimiento

Lázaro, Marta y María

El evangelista Juan (11, 41-42)escribió una plegaria de agradecimiento que Jesús dirige a su Padre con mucha confianza antes de resucitar a su amigo Lázaro:

“Padre, te doy gracias por haberme escuchado. Ya sabía yo que tú siempre me escuchas; pero lo he dicho por estos que me rodean, para que crean que tú me has enviado”.

Confianza

De los momentos de dolor y entrega hasta la muerte, los cuatro evangelistas registraron oraciones breves y llenas de fuerza:

Según Mateo (26, 39), Jesús habla a su Papá con total sinceridad, pero también es capaz de expresarle su total disponibilidad:

“Padre mío, si es posible, que pase de mí esta copa, pero no sea como yo quiero, sino como quieras tú”.

“Padre mío, si esta copa no puede pasar sin que yo la beba, hágase tu voluntad”.

Con distintas palabras, Juan (12, 27) recoge una oración que muestra la misma entrega al querer de Dios:

“Ahora mi alma está turbada. Y ¿qué voy a decir? ¡Padre, líbrame de esta hora! Pero ¡si he llegado a esta hora para esto! Padre, glorifica tu Nombre”.

Petición de perdón

En los momentos anteriores a su muerte en la cruz ejecutando la sentencia del Sanedrín, el evangelista Lucas (23, 34) transcribe una oración de intercesión llena de misericordia:

“Padre, perdónalos, porque no saben lo que hacen”.

Clamor

A hand nailed to a cross

El evangelista Marcos (15, 34) pone en boca de Jesús a punto de morir la primera frase del salmo 22:

“Dios mío, Dios mío, ¿por qué me has abandonado?”

Entrega

Lucas (23, 46) recoge como últimas palabras de Jesús antes de su muerte una oración llena de confianza y amor:

“Padre, en tus manos encomiendo mi espíritu”

Padre nuestro

Jesús responde cuando un discípulo le pide que les enseñe a orar. Propone la oración conocida como Padre nuestro:

“Padre nuestro que estás en los cielos, santificado sea tu Nombre; venga tu Reino;
hágase tu Voluntad así en la tierra como en el cielo. Nuestro pan cotidiano dánosle
hoy; y perdónanos nuestras deudas, así como nosotros hemos perdonado a nuestros
deudores; y no nos dejes caer en tentación, mas líbranos del mal”.

Oración sacerdotal

Photographie de Annie Leibovitz - Saison 5 de The Chosen

El Evangelio de Juan (cap. 17) recoge la oración más larga de Jesús al relatar la Última Cena, antes de su Pascua. Es conocida como “oración sacerdotal”.

“Padre, ha llegado la hora; glorifica a tu Hijo, para que tu Hijo te glorifique a ti. Y que según el poder que le has dado sobre toda carne, dé también vida eterna a todos los que tú le has dado. Esta es la vida eterna: que te conozcan a ti, el único Dios
verdadero, y al que tú has enviado, Jesucristo. Yo te he glorificado en la tierra, llevando a cabo la obra que me encomendaste realizar. Ahora, Padre, glorifícame tú, junto a ti, con la gloria que tenía a tu lado antes que el mundo fuese.

He manifestado tu Nombre a los hombres que tú me has dado tomándolos del mundo. Tuyos eran y tú me los has dado; y han guardado tu Palabra. Ahora ya saben que todo lo que me has dado viene de ti; porque las palabras que tú me diste se las he dado a ellos, y ellos las han aceptado y han reconocido verdaderamente que vengo de ti, y han creído que tú me
has enviado. Por ellos ruego; no ruego por el mundo, sino por los que tú me has dado, porque son tuyos; y todo lo mío es tuyo y todo lo tuyo es mío; y yo he sido glorificado en ellos. Yo ya no estoy en el mundo, pero ellos sí están en el mundo, y yo voy a ti.

Padre santo, cuida en tu nombre a los que me has dado, para que sean uno como nosotros. Cuando estaba yo con ellos, yo cuidaba en tu nombre a los que me habías dado. He velado por ellos y ninguno se ha perdido, salvo el hijo de perdición, para que se cumpliera la Escritura. Pero ahora voy a ti, y digo estas cosas en el mundo para que tengan en sí mismos mi alegría colmada. Yo les he dado tu Palabra, y el mundo los ha odiado, porque no son del mundo, como yo no soy del mundo.

No te pido que los retires del mundo, sino que los guardes del Maligno. Ellos no son del mundo, como yo no soy del mundo. Santifícalos en la verdad: tu Palabra es verdad. Como tú me has enviado al mundo, yo también los he enviado al mundo. Y por ellos me santifico a mí mismo, para que ellos también sean santificados en la verdad. No ruego sólo por estos, sino también por aquellos que, por medio de su palabra, creerán en mí, para que todos sean uno.

Como tú, Padre, en mí y yo en ti, que ellos también sean uno en nosotros, para que el mundo crea que tú me has enviado. Yo les he dado la gloria que tú me diste, para que sean uno como nosotros somos uno: yo en ellos y tú en mí, para que sean perfectamente uno, y el mundo conozca que tú me has enviado y que los has amado a ellos como me has amado a mí.

Padre, los que tú me has dado, quiero que donde yo esté estén también conmigo, para que contemplan mi gloria, la que me has dado, porque me has amado antes de la creación del mundo. Padre justo, el mundo no te ha conocido, pero yo te he conocido y éstos han conocido que tú me has enviado. Yo les he dado a conocer tu Nombre y se lo seguiré dando a conocer, para que el amor con que tú me has amado esté en ellos y yo en ellos”.

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