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‘A Complete Unknown’: el poder redentor de la música

un completo desconocido película de bob dylan
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José Ángel Barrueco - publicado el 12/03/25
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Biopic atípico en el que Timothée Chalamet interpreta a Bob Dylan

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El cineasta James Mangold salió de un éxito comercial (Indiana Jones y el dial del destino) para alcanzar un éxito crítico (A Complete Unknown), pues su nueva película, en torno a Bob Dylan, se ha saldado con varios premios y ocho nominaciones a los Oscar. Aunque finalmente no consiguió ningún galardón de la Academia de Artes y Ciencias Cinematográficas, entre las candidaturas estuvieron la película, el director, el guionista y tres de sus actores. 

Mangold es capaz de transitar entre los géneros con solvencia: el policíaco (Copland), el thriller (Identidad), el drama (Inocencia interrumpida), la comedia romántica (Kate & Leopold), el western (El tren de las 3:10) o el cómic (Logan y Lobezno inmortal), sin olvidar dos incursiones memorables en el biopic (En la cuerda floja y Ford v. Ferrari). Tres, si ahora sumamos lo que ha logrado en A Complete Unknown, relato de los años más destacables del poeta y músico Bob Dylan (Timothée Chalamet): desde que llega a Nueva York en 1961 y conoce a su ídolo Woody Guthrie (Scoot McNairy) hasta su decisión de tocar música rock con banda y guitarra eléctrica en el Newport Folk Festival de 1965.

Que el guión de Mangold y Jay Cocks, guionista que ha trabajado con Scorsese en Silencio, Gangs of New York y La edad de la inocencia, se centre solo en un período tan corto de tiempo beneficia al filme: en vez de darnos la clásica biografía que relata infancia, adolescencia y juventud, el foco se pone en la música y en las relaciones sentimentales que mantuvo Dylan con Joan Baez (Monica Barbaro) y Suze Rotolo (interpretada por Elle Fanning, en el guión se le ha cambiado el nombre por el de Sylvie Russo) y en la amistad con algunos colegas de profesión como Pete Seeger (Edward Norton) y Johnny Cash (Boyd Holbrook). Lo que nos muestra es el ascenso de un artista, su debut en los escenarios, su paso a la fama y a la gloria. 

De esa manera el largometraje, basado en un libro de Elijah Wald, no pasa de puntillas por los momentos más notables de aquellos años y permite que el director le saque jugo a escenas como las del día en que Dylan conoce a Guthrie en el hospital y toca una canción para él; el primer beso que Baez y Dylan se dan a escondidas y el tema que cantan juntos en un festival: “It Ain’t Me Babe”; los encuentros con Cash, con quien había mantenido correspondencia antes de conocerse en persona; o esas huidas en soledad, a veces caminando y otras en moto, en las que el personaje es una incógnita (Dylan no solo era un enigma para todo el mundo: quizá también para sí mismo). 

Si uno rastrea un poco, sabrá que se toman sus licencias. Pero eso siempre sucede en el cine, que necesita su propio lenguaje y su propia narrativa para llegar a la verdad. 

Un completo desconocido: sin raíces y en soledad

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Para los no dylanitas, aclaramos que el título original proviene de la canción "Like a Rolling Stone". Aunque la traducción más fiel de “A Complete Unknown” es “Una completa desconocida” al referirse la letra a una mujer, también sería válido traducirlo como “Un completo desconocido” porque en esencia Dylan siempre ha sido así, un interrogante, un músico enigmático, pese a que desvelara algunas aristas en el primer (y de momento único) volumen de sus memorias, “Crónicas”. 

Los lectores católicos recordarán que Dylan, educado en el judaísmo, tuvo hacia finales de los 70 una especie de crisis y posterior renacimiento en el que se convirtió al cristianismo, algo que influiría en varios de sus discos. Al parecer, en un hotel de Tucson sintió una especie de revelación. Dicen que hoy ha vuelto al judaísmo aunque sigue leyendo La Biblia, pero con él nada es seguro: es zona de especulaciones. No olvidemos su encuentro con el Papa Juan Pablo II ni todos esos rastros católicos y espirituales que ha ido sembrando en la escritura de numerosas letras de canciones. 

La película, sólida siempre y emotiva en algunos tramos, es un brillante ejercicio sobre el poder redentor y benéfico de la música… cómo puede unir a las personas y motivarlas, convertirse en una señal de protesta, mejorar los ánimos de quienes están abatidos o concienciar sobre los problemas que nunca se agotan (la guerra, el hambre, la injusticia). Por eso abunda en canciones, no solo de Dylan, también de Baez, Cash, Seeger… en versiones cantadas por los propios actores. 

Aunque el filme esté lejos de ser perfecto, James Mangold sabe (como lo supo Todd Haynes en I’m Not There) que la imagen de Dylan es inaprensible, escurridiza e inabarcable. Se puede conseguir un tanteo, una aproximación, pero jamás se dejará atrapar por nadie, como si fuera el descomunal pez de Big Fish.  

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