La vida moderna a menudo parece una competición. Desde la infancia, se anima a los niños a destacar: sobresalir en la escuela, dominar las actividades extraescolares y elaborar currículos impresionantes. Las redes sociales refuerzan este impulso, exhibiendo los logros y haciendo inevitable la comparación. Pero aunque la competición tiene su lugar, la vida no consiste en ganar, sino en pertenecer.
Durante la mayor parte de la historia de la humanidad, las personas no medían el éxito por sus logros personales, sino por su contribución a un todo mayor. Las familias, los pueblos y las comunidades religiosas proporcionaban significado y apoyo. Hoy en día, sin embargo, la atención se ha desplazado hacia el interior. Damos más importancia a los logros individuales que a los objetivos compartidos, a la expresión personal que al sacrificio personal.
Aunque este cambio ha traído nuevas libertades, también ha dificultado el cultivo de valores como la bondad, la generosidad y la responsabilidad, cualidades que los niños necesitan para prosperar.
Enseñar a los niños que pertenecen a un grupo
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Los niños no desarrollan su carácter de forma aislada, sino a través de las relaciones. Necesitan sentir que forman parte de algo más grande que ellos mismos, ya sea su familia, escuela o comunidad. Cuando los niños entienden que pertenecen a algo se vuelven naturalmente más considerados con los demás.
Una de las formas más sencillas de inculcar este sentimiento de pertenencia es a través de las tradiciones familiares compartidas. Cenar juntos, rezar en familia, celebrar los cumpleaños de forma significativa: estos rituales proporcionan a los niños una base de estabilidad.
Como escribió el Papa Francisco en Amoris Laetitia, "Una persona aprende a ser verdaderamente humana en el contexto de una familia" (AL 277). En otras palabras, la bondad no se enseña mediante lecciones abstractas, sino a través de las interacciones cotidianas en un hogar afectuoso.
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Equilibrar logros y generosidad
Es natural que los padres quieran que sus hijos tengan éxito. El trabajo duro y la excelencia son cosas buenas. Pero si los logros se convierten en el único objetivo, los niños pueden empezar a ver a los demás como rivales en lugar de como personas a las que ayudar y apoyar. Una forma de prevenir esta mentalidad es equilibrar los objetivos personales con actos de servicio.
Animar a los niños a que ayuden a sus hermanos con los deberes, a que participen en las tareas domésticas o a que se ofrezcan como voluntarios en la iglesia les enseña que el éxito no consiste solo en el beneficio personal, sino en ayudar a los demás. Incluso acciones sencillas -escribir una nota de agradecimiento a un profesor o ayudar a un niño más pequeño en el patio- refuerzan la idea de que no estamos hechos para vivir solo para nosotros mismos.
El papel de la tecnología en la formación del carácter
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La tecnología se considera a menudo una distracción, pero también puede ser una herramienta para enseñar amabilidad. Los controles parentales y los límites de tiempo de pantalla son importantes, pero también lo es orientar a los niños sobre cómo utilizan los espacios digitales.
En lugar de limitarse a restringir el uso de las redes sociales, los padres pueden ayudar a los niños a utilizarlas para animar a los demás, enviando mensajes de apoyo, compartiendo historias edificantes o incluso utilizando aplicaciones para organizar actos de servicio.
La amabilidad como fortaleza para toda la vida
En una cultura que da prioridad a la autopromoción, criar hijos amables es contracultural. Pero la bondad no es debilidad. Requiere valor, paciencia y la capacidad de poner a los demás en primer lugar. Cuando los niños aprenden a ver la vida no como una carrera que hay que ganar, sino como un viaje compartido, se convierten en adultos que contribuyen a sus familias, lugares de trabajo y comunidades de manera significativa.
Ayudando a los niños a desarrollar un profundo sentido de pertenencia, equilibrando los logros con el servicio y guiándoles en el uso saludable de la tecnología, les preparamos no sólo para competir, sino para vivir bien.
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