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7 hombres se hicieron Siervos y fundaron una Orden Mariana

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Mónica Muñoz - publicado el 14/02/25
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El amor a María santísima mueve voluntades, lo que ocurrió con siete hombres que dejaron sus vidas antiguas para fundar una Orden y ser sus Siervos

No cabe duda de que en la historia encontramos hermosos ejemplos de amor a María santísima, quien logra mover las voluntades humanas para conducirlas a su Divino Hijo. Es lo que ocurrió con los siete fundadores de la Orden de los Siervos de María, a quienes recordamos cada 17 de febrero.

Deseo de servir a Dios

Era el siglo XIII cuando en Florencia, Italia, en medio de una guerra fraticida, siete varones, alabadores de una cofradía de devotos a la Santísima Virgen María, deciden retirarse del mundo para vivir en comunidad, contemplación y penitencia.

Sus nombres eran: Bonfilio Monaldi, Bonayunta Manetti, Maneto dell’Antella, Amadio de los Amidei, Sosteño, Hugo, y Alejo Falconieri., que era el más joven.

La mayoría de ellos se dedicaba al comercio. Unos eran solteros y otros casados. Estos últimos, en común acuerdo con sus esposas, dejaron a sus familias bien establecidas y lo que quedó de sus bienes lo repartieron entre los pobres. Después, comenzaron a hacer vida en común en Villa Camarzia.

Comienza la Orden de los Siervos de María

SEVEN HOLY FOUNDERS

Su director espiritual fue san Pedro de Verona, sacerdote dominico y futuro mártir. Él les impuso el hábito de penitencia: primero una capa y una túnica de lana rústica color gris, que después fue cambiada por una de color negro, en honor a la Virgen Dolorosa, la Patrona de la Orden.

Su vida estaba dedicada al trabajo y la mendicidad en las calles de la ciudad. Y, aunque su deseo era hacer vida austera y solitaria, la realidad era que muchas personas acudían a ellos en busca de consuelo y consejo, sorprendidos de que esos comerciantes conocidos y respetados, hubieran dejado todo por abrazar la pobreza.

Este hecho contribuyó a que su fama de santidad creciera y e inspirara a otros a imitar su estilo de vida. Y como crecieran en gran número las solicitudes, tuvieron que iniciar la Orden de los Siervos de María.

Primera fundación

Fue así que en 1234, Ardingo Foraboschi, obispo de Florencia, les donó un terreno en la cima del Monte Senario, algo lejos de la ciudad. Construyeron una pequeña iglesia dedicada a la Virgen sobre las ruinas de un castillo y en 1239, les fue asignada la Regla de san Agustín con la que vivirían en su comunidad.

Muchos ingresaron a la Orden, atraídos por la santidad de los fundadores, que pronto abrieron otros conventos, incluso fuera de la Toscana por la gran cantidad de vocaciones.

No obstante estos hechos, corrían el riesgo de ser abolidos por ser una orden mendicante, pues el Consejo de Lyon en 1247 había decretado suprimir dichas Órdenes. Por eso fue hasta 1304 que la comunidad recibió el reconocimiento pontificio del Papa Benedicto XI, gracias a la ayuda de san Felipe Benizi.

Para entonces ya habían muerto seis de los padres fundadores, solamente vivía san Alejo, quien murió el 17 de febrero de 1310, con 110 años. Por eso en esa fecha se les recuerda litúrgicamente.

La rama femenina

Como toda obra santa, también los Siervos de María hicieron su labor con las mujeres que aspiraban a la vida monástica.

Esta fue fundada por santa Juliana Falconieri, quien fue sobrina de san Alejo. Ella recibió el hábito de manos de san Felipe, con lo que se convirtió en la iniciadora de las Terciarias e inspiradora de la rama monacal femenina de la Orden.

Un caso único

Los siete fundadores son un caso único en la historia de la Iglesia, ya que fueron canonizados juntos en 1888 por el papa León XIII, sin haber recibido la palma del martirio.

Sus restos descansan en un único sepulcro que se encuentra en Monte Senario.

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