En la Iglesia católica, la esperanza cristiana es una virtud que nos lleva más allá de nosotros mismos y nos invita a esperar la recompensa eterna que Dios nos ha preparado en el Cielo.
La realidad de una vida después de la muerte es lo que impulsa la esperanza cristiana, ya que puede darnos a todos un destino concreto por el que luchar y anhelar alcanzar.
Vida eterna
El Papa Benedicto XVI reflexiona sobre este aspecto de la esperanza cristiana en su encíclica Spe salvi, relacionándolo con el bautismo:
"Hoy como ayer, bautizarse, hacerse cristiano, no es solo un acto de socialización en la comunidad, no es una simple acogida en la Iglesia. Los padres esperan más del que va a ser bautizado: esperan que la fe, que incluye la corporeidad de la Iglesia y sus sacramentos, dé vida a su hijo: vida eterna".
Sin embargo, muchos de nosotros tenemos dudas sobre la eternidad, como señala el Papa Benedicto XVI:
"La fe es la sustancia de la esperanza. Pero entonces surge la pregunta: ¿realmente queremos esto: vivir eternamente? Quizás muchas personas rechazan la fe hoy en día simplemente porque no encuentran atractiva la perspectiva de la vida eterna. Lo que desean no es la vida eterna en absoluto, sino esta vida presente, para la que la fe en la vida eterna parece una especie de impedimento. Seguir viviendo eternamente -sin fin- parece más una maldición que un don. Es cierto que uno desearía aplazar la muerte el mayor tiempo posible. Pero vivir siempre, sin fin… esto, considerando todas las cosas, solo puede ser monótono y, en última instancia, insoportable".
Anhelo del cielo
El Papa Benedicto XVI creía que la clave de la esperanza cristiana era anhelar el Cielo, viéndolo como un destino que nos da pura alegría:
"Solo podemos intentar captar la idea de que ese momento es la vida en sentido pleno, una inmersión siempre nueva en la inmensidad del ser, en la que nos sentimos sencillamente desbordados de alegría. Así lo expresa Jesús en el Evangelio de san Juan: 'Volveré a verlos y se alegrará su corazón, y nadie les quitará su alegría" (16,22). Debemos pensar en esta línea si queremos comprender el objeto de la esperanza cristiana, entender qué es lo que nuestra fe, nuestro estar con Cristo, nos lleva a esperar".
Para cultivar la esperanza cristiana en nuestras vidas, necesitamos mirar hacia adelante, hacia ese día en el que estaremos plenamente unidos a Jesucristo.
No será un día de tristeza, sino de pura e inexpresable alegría, una alegría que experimentaremos por toda la eternidad.