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El Catecismo de la Iglesia Católica, cuando trata sobre la profesión de fe en el Espíritu Santo, aborda el artículo sobre la Iglesia y, en él, señala la maternidad de María santísima respecto de la Iglesia.
El numeral 968 cita la Constitución Dogmática sobre la Iglesia Lumen Gentium:
"Colaboró (la Virgen María) de manera totalmente singular a la obra del Salvador por su obediencia, su fe, esperanza y ardiente amor, para restablecer la vida sobrenatural de los hombres. Por esta razón es nuestra madre en el orden de la gracia" (LG 61).
Esta afirmación de la maternidad universal supera y es más precisa que aquel dicho popular que afirma que la Virgen de Guadalupe es mexicana por haber escogido esta tierra para hacerse presente.
Seguramente es una forma de demostrar el amor que la mayoría de mexicanos tenemos a la Virgen de Guadalupe; una especie de orgullo y honor por tal deferencia. Sin embargo, vale la pena detenerse un poco en estas consideraciones:
1. México, como nación, fue fundada en 1821, casi 300 años después del acontecimiento guadalupano, sucedido en diciembre de 1531.
2. Lo que ya existía en 1531 era México-Tenochtitlán, la capital del Imperio Azteca (o Mexica) que, más tarde, con la independencia, pasó a ser la ciudad de México.
3. El inicio del movimiento de independencia de la Nueva España inició con el Grito de Dolores, el 16 de septiembre de 1810. Este movimiento logró su cometido con la firma de los Tratados de Córdoba, el 24 de agosto de 1821, en los que se acordó la independencia del naciente Primer Imperio mexicano de la corona española; así como la firma del Acta de Independencia y la entrada del Ejército Trigarante a la ciudad de México el 27 de septiembre de 1821.
Si consideramos esta brevísima cronología, y la ponemos a la par del acontecimiento guadalupano vemos difícil sostener que la Virgen sea mexicana.
Pero, más allá de todas estas consideraciones, vale la pena atender a lo que la misma Virgen de Guadalupe señaló a san Juan Diego acerca de su maternidad. Esta narración está consignada en los números 29 a 31 del Nican Mopohua:
“Porque, en verdad, yo me honro en ser tu madre compasiva, tuya y de todos los hombres que vivís juntos en esta tierra, y también de todas las demás variadas estirpes de hombres, los que me amen; los que me llamen, los que me busquen, los que confíen en mí”.
Madre de toda la Iglesia
Santa María de Guadalupe es madre de toda la Iglesia. No se reduce a unos cuantos en virtud de una geografía creada -y constantemente modificada- según conveniencias humanas.
Su pasaporte es universal. No es francesa, aunque se haya aparecido en Lourdes; tampoco es portuguesa, aunque se haya aparecido en Fátima. Su ‘acta de nacimiento’ señala que es Madre de Dios Hijo y, en consecuencia, Madre de la Iglesia.
Más aún, ella es madre de aquellos que se deciden a poner en práctica los cuatro verbos del párrafo precedente: “amándola”, “llamándola”, “buscándola” y “confiando” en ella.
Más que reclamar para ella una nacionalidad, como bautizados la reconocemos como madre de toda la Iglesia; y también, nos reconocemos llamados a vivir como san Juan Diego, el más pequeño de sus hijos, su humilde mensajero.