La historia de la salvación tiene personajes muy importantes desde la creación, comenzando con Adán y Eva. Dios les permitió decidir libremente si serían, o no, fieles al único mandato del Señor. Sabemos lo que pasó. Y desde ese principio, la figura de María santísima surgió en la promesa de la salvación:
"Pondré enemistad entre ti y la mujer, entre tu linaje y el suyo. El te aplastará la cabeza y tú le acecharás el talón" (Gén 3, 15).
María, la nueva Eva
Por amor a la humanidad, esa promesa se cumplió cuando Dios envió al ángel Gabriel a una joven de Nazaret para pedirle que aceptara ser la madre de su Hijo:
María dijo entonces: "Yo soy la esclava del Señor, que se cumpla en mí lo que has dicho".
La salvación del género humano dependía de una sencilla jovencita virgen, porque Dios no violentó su voluntad. Y ella quiso obedecer a su Señor, dispuesta a todo y sin importarle las consecuencias.
Como la primera mujer creada, Eva, había sido llamada la "madre de todos los vivientes" (Gén 3, 20). María, al pie de la cruz, se convirtió en Madre de la Iglesia por voluntad de su Hijo (Jn 19, 26-27).
Eva había sido creada sin pecado, pero la seducción del demonio la hizo perder la gracia. Mientras que María, creada sin pecado, permaneció inmaculada libremente, uniendo para siempre su vida y voluntad a la de Dios.
El Magisterio de la Iglesia siempre ha defendido esta verdad
La verdad acerca de la santísima Virgen María ha dejado con la boca abierta a muchos Padres de la Iglesia, quienes profundizaron en este misterio que no dejaba lugar a dudas de que esa era la voluntad de Dios.
El papa san Pablo VI dice de ella, en la constitución dogmática sobre la Iglesia Lumen Gentium:
"Como dice san Ireneo, 'obedeciendo, se convirtió en causa de salvación para sí misma y para todo el género humano'. Por eso no pocos Padres antiguos afirman gustosamente con él en su predicación que 'el nudo de la desobediencia de Eva fue desatado por la obediencia de María; que lo atado por la virgen Eva con su incredulidad, fue desatado por la virgen María mediante su fe'; y comparándola con Eva, llaman a María 'Madre de los vivientes', afirmando aún con mayor frecuencia que «'a muerte vino por Eva, la vida por María'".
Amemos a María santísima y demos gracias a Dios porque nos concedió una madre en el cielo que intercede ante su Hijo por nosotros.