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En una escena crucial de su nueva película, la reflexiva, sosegada e inquietante Juror #2 o Jurado No. 2, Clint Eastwood nos muestra mediante un par de planos los mecanismos que activan la fe, la duda, el conflicto interior y la responsabilidad moral: se trata del momento en que la asistente del fiscal del distrito, que no por casualidad se llama Faith (interpretada por Toni Colette, actriz poderosa y versátil), y que empieza a recelar de los entresijos del caso, observa el lema que hay detrás de la juez, donde puede leerse “In God We Trust” (“En Dios confiamos”), y en sus ojos se perciben todos esos sentimientos confluyendo y dejándola cada vez más confusa y hundida.
Así funciona un director clásico de la talla de Eastwood, como nos ha demostrado tantas veces: mediante dos o tres planos es capaz de encontrar los desequilibrios de la vida, las incertidumbres de un personaje, los lemas que encabezan las instituciones… La elegancia formal de su nuevo filme incluye contarnos la historia como él suele hacerlo: tomándose su tiempo pero sin aburrirnos, desplegando los pormenores de la historia poco a poco, de tal manera que se nos van suministrando los datos esenciales de los personajes a medida que avanza la acción.
En los primeros minutos el espectador sospecha que va a haber miga cuando un hombre en apariencia modélico, Justin (Nicholas Hoult), joven, guapo, exitoso en su empleo periodístico y con una bella mujer embarazada, escucha de labios de ella: “Eres perfecto”.
En seguida intuimos que las conductas del personaje desmentirán esa perfección en lo sucesivo porque así trabaja un director clásico como Eastwood: no deja un cabo al azar. A veces tomamos una decisión y no sabemos si hemos hecho lo correcto, pero la culpa se encarga de sacar sus filos para herirnos: éste es el núcleo de la película.
Justin está en ese momento esperanzador en el que a su mujer le falta poco para salir de cuentas. Para ellos es una bendición porque tiempo atrás perdieron a los bebés gemelos que esperaban, algo que les marcó profundamente, un agujero anímico del que les ha costado salir.
Es entonces, al inicio del filme, cuando le llaman para ser posible miembro del jurado en un caso de asesinato: una pareja discutió en un bar, ella se fue a pie por las carreteras en una noche lluviosa y al día siguiente la encontraron muerta en la cuneta. A Justin lo designan jurado número 2.
El peso de la culpa y la verdad en la justicia
Cuando comienza el juicio y escucha el desarrollo de los hechos, advierte que él pasó aquella noche por la misma carretera, e incluso vio a la pareja discutir, y que atropelló algo en su camino, pero nunca supo qué fue: ¿un ciervo o una persona? Este interesante punto de partida le sirve a Eastwood para desplegar los mecanismos de la reflexión en torno a varios dilemas morales que atañen a la duda, la culpa y el complejo de culpa, la conciencia y los límites de la verdad y de la justicia.
En cuanto Justin sospecha que él podría ser el causante, comienza la apertura de posibilidades pues en su mano reside, en parte, la dirección que tome el caso: si se calla, es posible que condenen a un hombre quizá inocente; si habla y las sospechas recaen sobre él, tendrá que ir a la cárcel; si desvía el caso e influye en el jurado, tal vez el acusado se libre pero no se haga justicia.
Juror #2 se mueve, así, en varios tiempos y espacios: el desarrollo del juicio, en presente, durante el que Justin sufre porque es el único que sabe más que el resto; los flashbacks que van analizando el pasado para mostrarnos los movimientos de los personajes involucrados; las deliberaciones del jurado en las que el miembro número 2 tratará de cambiar las cosas; las dudas y las conversaciones entre la asistente del fiscal, Faith Killebrew, y el abogado Eric Resnick (Chris Messina), rivales en público y colegas en privado.
Justin es un hombre que sufre por varios motivos, y el actor lo refleja mediante miradas y gestos que confirman que está tragando bilis: la incertidumbre por ese embarazo que, como la vez anterior, podría torcerse; la sensación de no haber dicho toda la verdad, que le duele más cuando incluye a su mujer; el agobio de sentir que quizá no se haya recuperado por completo tras su fase de autodestrucción; el miedo a que alguien desvele sus mentiras; pero, sobre todo, el complejo de culpa más que la culpa, ya que la ambigüedad de la película nos lleva por una zona difusa en la que nunca queda claro si Justin es culpable o no.
En cualquier caso, él sabe que debería hacer lo correcto. Pero, ¿qué es lo correcto cuando has reorganizado tu vida y esperas un bebé? Podríamos decir que su protagonista representa la cara B de “Richard Jewell”, otra de las formidables películas de Eastwood, en la que culpaban a un hombre inocente.
El eslogan del filme es especialmente esclarecedor: “La justicia es ciega. La culpa lo ve todo”. Y esa culpa es la que carcome al personaje, incluso cuando pronuncie la frase: “A veces la verdad no es justa”. Clint Eastwood nos ha traído una de las mejores películas de 2024.